El Papa pide cercanía a los migrantes y no mirar para otro lado
Marina Tomarro - Ciudad del Vaticano
Del desierto del Sahara a la selva del Darién, a las fronteras entre Estados Unidos y México, hasta llegar al Mediterráneo, que en la última década se ha convertido en "un gran cementerio". Son las etapas migratorias recordadas por el Papa Francisco en su largo discurso al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, para llamar la atención sobre la "inmensa tragedia" de los millones de personas obligadas a abandonar sus países a causa de las guerras, la pobreza o el cambio climático, en busca de un futuro mejor para ellos y sus hijos.
"El Papa Francisco -comentó a Pope monseñor Pierpaolo Felicolo, director general de la Fundación Migrantes- hizo un análisis extremadamente preciso de la situación que viven los migrantes. No habló sólo del trágico contexto del Mediterráneo, sino que su mirada se amplió a todo el mundo, porque todos los países están implicados, nadie excluido. Y, por tanto, también es necesaria una atención mundial hacia estas personas.
Las palabras del Papa nos llegan directamente al corazón, y no debemos dejarnos arrastrar por ellas, sino reflejarlas y sentirlas como propias". De hecho, el Mediterráneo, recordó el Papa Francisco, no debe ser un lugar de muerte, un cementerio, sino un lugar donde los pueblos puedan encontrarse y crear talleres de paz, amistad y confrontación.
El drama de los menores no acompañados
Y otro grave problema del que habló el Papa Francisco es el de los muchos menores no acompañados que llegan y cuyo rastro a veces, lamentablemente, se pierde. Sólo en Italia, en 2023, según los últimos datos del Viminale, el número de menores que llegaron solos superó los 17.200.
"Estos niños -subraya monseñor Felicolo- llegan ya profundamente marcados por dramas mucho más grandes que ellos, y a menudo llevarán el peso de estas tragedias de las que han sido testigos durante toda su vida. Por eso, en primer lugar hay que acogerlos en estructuras adecuadas para ellos, no en centros de acogida para adultos, y después enseñarles italiano y darles un fuerte apoyo psicológico. Sólo entonces podrán empezar a vivir de nuevo y no tener miedo de lo que les espera. Desgraciadamente, no es así en todos los casos, por lo que nunca debemos bajar la guardia ante su delicada situación".
En su discurso, el Papa Francisco también destacó cómo a veces esta tragedia, en lugar de abrirnos el corazón, nos lleva a atrincherarnos tras el miedo infundado a una "invasión", olvidando cómo en cambio detrás de esas muertes hay rostros, historias y personas que han perdido la vida persiguiendo el sueño de ser libres.
"El Papa Francisco nos dice a menudo que debemos mirar a estas personas con los ojos del corazón -continúa Felicolo-, porque la tentación es encerrarnos en nosotros mismos ante el miedo y la desconfianza. Necesitamos conocer los datos verdaderos para comprender que no hay invasión, sino sólo personas que se han visto obligadas a dejarlo todo y huir a causa de las guerras civiles, la violencia, pero también el cambio climático, que en algunos países es realmente muy dramático, y entonces no cerrar el corazón se convierte en una prioridad".
El Papa subrayó, al mismo tiempo, el derecho a poder permanecer en el propio país y no ir a otros: "En este caso -explicó el director de Migrantes- debemos ayudar a crear las condiciones que permitan a estas personas permanecer en sus países de origen sin tener que huir. Esto no siempre es posible, sobre todo si hay guerras civiles o situaciones políticas inseguras, y si se dan ayudas económicas hay que asegurarse de que esos fondos se destinan realmente a proyectos laborales y no a otros fines. Por supuesto, permanecer en el propio país también es un derecho, pero hay que crear las condiciones adecuadas.
Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí