Semeraro: Perdonar y amar como Jes¨²s, puerta del cristiano
Tiziana Campisi - Ciudad del Vaticano
Con la celebración de la Misa y la apertura de la Puerta Santa de la basílica de Santa Maria di Collemaggio, en L'Aquila, el cardenal Marcello Semeraro, prefecto del Dicastero delle Cause dei Santi, dio inicio esta tarde al 729° Perdón Celestiniano. Los fieles, durante 24 horas, desde las Vísperas del 28 de agosto hasta las Vísperas del día siguiente, pasando por la Puerta y visitando la basílica en las habituales condiciones establecidas por la Iglesia, pueden obtener la indulgencia plenaria que el Papa Celestino V concedió en 1294 con la Bula Inter Sanctorum Solemnia. Y precisamente sobre el "símbolo de la puerta" se detuvo el cardenal Semeraro en su homilía, recordando en primer lugar las palabras de Jesús "Yo soy la puerta".
Jesús, la puerta
"La puerta pertenece a nuestro uso cotidiano. Siempre tenemos que vérnoslas con una puerta: la de casa, la del lugar de trabajo, la del lugar de descanso", dijo el cardenal, añadiendo que para la Iglesia, la apertura de la Puerta Santa vuelve a conectar "nuestra vida -la personal y también la social, histórica y eclesial- con su fuente, que es Cristo", quien precisamente "habla de una puerta, por la que se puede entrar y salir", porque "toda la vida del cristiano es un pasar por Él, un moverse por Él, un vivir en Él". Pero la Escritura también nos dice que Jesús está a la puerta y llama, de ahí la invitación del cardenal Semeraro a preguntarse qué dice Cristo en la propia vida. "¿Le hago hablar? ¿Hago que me diga algo? A los cristianos no nos basta con hablar de Cristo; debemos dejar que Cristo nos hable. He aquí el símbolo de la apertura de la puerta".
El perdón en el Sacramento de la Reconciliación y en la vida cotidiana
El Prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos prosiguió explicando que el Perdón Celestiniano recuerda la palabra perdón, que significa "lo que Dios hace por nosotros, o lo que nosotros debemos hacer hacia los demás", es decir, el "sacramento de la Reconciliación y de la Penitencia" y ese "camino difícil, arduo, largo" que se nos invita a emprender en nuestras relaciones con el prójimo. "Un significado que se puede dar a la palabra perdón", como leemos en el ensayo de Hannah Arendt, Vita activa, "es: aflojar, liberar, dejar ir", prosiguió el purpurado, aclarando que "perdonar es liberar al otro de las consecuencias de su crimen, pero también liberarse uno mismo del odio, del resentimiento, del deseo de revancha".
Perdonar significa amar
Como Jesús, cada uno de nosotros debe ser una puerta, remarcó entonces el cardenal Semeraro, recordando lo que dijo el Papa Francisco en su homilía de Budapest del pasado 30 de abril, cuando precisó que ¡°estar ¡®en salida¡¯ significa para cada uno de nosotros convertirse, como Jesús, en una puerta abierta" y que debemos serlo "con las palabras, los gestos, las actividades cotidianas¡ª ser como Jesús, una puerta abierta, una puerta que nunca se le cierra en la cara a nadie, una puerta que permite entrar a experimentar la belleza del amor y del perdón del Señor". "Es triste y hace daño ver puertas cerradas", había observado el Papa en aquella ocasión, hablando de las ¡°las puertas cerradas de nuestro egoísmo hacia quien camina con nosotros cada día, las puertas cerradas de nuestro individualismo en una sociedad que corre el riesgo de atrofiarse en la soledad, las puertas cerradas de nuestra indiferencia ante quien está sumido en el sufrimiento y en la pobreza" o hacia quien es "extranjero, al que es diferente, al migrante, al pobre". Por eso, concluyó el cardenal, "perdonar es también vivir lo que quiere decir" san Agustín "con su Dilige, et quod vis fac: ama y haz lo que quieras", que resume lo que debe ser el sentido de la acción de todo hombre: el amor.
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