Ecuador: el fraile que salva las selvas
Cecilia Seppia – Ciudad del Vaticano
"Un día me desperté y estaba completamente ciego de un ojo. En ese momento me asusté, llamé al médico, me recetó unas pruebas y descubrí que tenía una trombosis en el nervio óptico. Un coágulo de sangre en un lugar inoperable, nada que hacer. Fue difícil, no lo negaré, luego aprendí a mirar el mundo de otra manera y me pareció aún más hermoso. ¿Sabes por qué? Porque tuve que esforzarme más por buscar la belleza, sin darla por sentada".
Giovanni Onore, de 82 años, es un fraile marianista de Costigliole d'Asti, licenciado en Ciencias Agrarias por la Universidad de Turín, que vive y trabaja en Ecuador desde hace cuarenta años. En 1997 creó en esa nación la , cuyo objetivo es defender la selva de la vertiente occidental de los Andes de la destrucción y la deforestación, preservando al mismo tiempo el gran patrimonio de biodiversidad vegetal y animal, y educando a los niños de la zona. Fray Giovanni, el profesor como le llaman en Quito, ya no es un muchacho, pero no le faltan ni las ganas de hacer ni la pasión por lo que se ha convertido en su razón de vida.
Génesis de un sueño
"La historia de Otonga es como un cuento de Navidad. En aquellos años yo trabajaba como profesor en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, en Quito, con la cátedra de Zoología de los invertebrados. Un día me visitó un biólogo italiano, quería conocer la selva y lo acompañé. Mientras estábamos ensimismados contemplando la belleza del lugar, oímos de fondo el fuerte ruido de una motosierra, evidentemente alguien estaba talando los árboles. Estaba bastante dolido, así que le expliqué que aquí vive gente pobre y que probablemente se establecería una pequeña granja de vacas en lugar de árboles. Pero mi amigo parecía realmente entristecido; me preguntó cómo se podía conservar aquel tesoro y evitar que lo destruyeranâ€.
“Con sencillez le contesté: 'La compras y así estará protegida para siempre'. ¡No pensé en las consecuencias! Nuestro soñador huésped regresó a casa y me envió la primera remesa, en liras antiguas, para realizar la compra. Entonces convertí la suma en otras tantas hectáreas. Luego vino otra donación para comprar más bosques, con el único fin de protegerlos. Al primer donante se unieron también algunas empresas, dirigidas por industriales con visión de futuro. Incluso me concedieron un premio literario: el Premio Gambrinusâ€.
“No es que yo sea escritor, pero ocurrió que el conocido alpinista Reinhold Messner, por una razón que desconozco, no vino a recoger el premio y éste fue donado al proyecto Otonga para la conservación de las selvas. Confieso que me dejé llevar por su entusiasmo y no había imaginado ni remotamente los quebraderos de cabeza de esta empresa: abogados, notarios, empleados del registro de la propiedad, agrimensores... Tantos problemas que afronté con serenidad y perseveranciaâ€.
“Los problemas siguen ahí, desde la burocracia hasta el leñador que durante la noche arranca un árbol de la selva Otonga, ¡pero cada día doy gracias a Dios por la fuerza que me da y por cómo allana el camino! En resumen, así fue: empecé a comprar bosques para hacer realidad el sueño de otros, luego me enamoré de ese sueño y se convirtió en el míoâ€.
Proyectos educativos y adopciones a distancia
Sin embargo, en lugares como éste, desgarrados por la pobreza, la corrupción y crisis de diversa índole, Fray Giovanni dice que no se puede salvar un árbol y desatender a un niño pobre que no tiene medios ni oportunidades para estudiar. Así que he aquí una nueva idea: darles becas para que participen en proyectos de conservación de la naturaleza. "Estos niños, gracias a la educación – explica – tendrán un trabajo alternativo y, en lugar de ser leñadores, me ayudarán a conservar los bosques y la biodiversidad".
“La Fundación Otonga ha puesto en marcha un proyecto de adopción a distancia que ayuda a cientos de niños en los estudios. Los resultados son sorprendentes: uno de ellos, Mario Tapia, se ha convertido en escultor e incluso ha realizado una estatua de mármol de una santa ecuatoriana, Santa Mariana de Jesús Paredes y Flores, colocada en una de las hornacinas que rodean la Basílica de San Pedro: Mario era un niño de la selva, lo vi un día con mis propios ojos tallando un hermoso pájaro en un trozo de madera, así que lo envié a estudiar a Carrara y hoy es un gran artista, pero hay muchos otros por mencionar. Nuestra vocación como frailes marianistas es precisamente la educación y por eso en el proyecto Otonga no podía faltar este componenteâ€.
“Nos comprometemos a proporcionar todo lo necesario para ir a la escuela: mochila, libros, lápices, cuadernos, uniformes. También tenemos nuestra propia escuela en Quito, dirigida por monjas franciscanas: es una escuela de excelencia, y garantiza a los niños que asisten a ella el acceso directo a la universidad". Fray Giovanni se asombra cada vez de los frutos de bien que consigue producir esta fundación, y de que nunca tenga que pedir nada a nadie, porque de alguna manera la providencia siempre le alcanza.
"Cuando voy por ahí hablando de este proyecto en iglesias, parroquias, universidades o incluso asociaciones de laicos, siempre hay alguien que me pregunta: '¿Cómo puedo ayudarlos?' Y se multiplican las personas de buena voluntad que acogen a estos niños como adoptantes a distancia, pagándoles los estudios y garantizándoles así un futuro".
El patrimonio que hay que defender: la biodiversidad
Por tanto, la Reserva Otonga no existe en virtud de actos legislativos de protección, sino gracias a la adquisición progresiva de parcelas de terreno forestal por parte de la Fundación Otonga, reconocida con acuerdo ministerial ecuatoriano. El objetivo principal del proyecto es recaudar fondos para nuevas adquisiciones de tierras y proteger así zonas de bosque cada vez más extensas. Otro aspecto crucial es la implicación de la población local, a la que se educa en la gestión consciente de la tierra.
La selva Otonga, en Ecuador, es muy rica en fuentes de agua y contiene uno de los patrimonios florísticos y faunísticos más notables del planeta. Actualmente se registran más de cincuenta especies de mamíferos, entre ellas la pacarana o guanta (Dynomis branickii), especie declarada en peligro de extinción debido a la deforestación y la caza. También hay hasta trece especies diferentes de murciélagos, el oso de anteojos (Tremarctos ornatus), el gato pajizo (Oncifelis colocolo), el tigrillo pequeño (Felis tigrina) y el puma o león americano.
En la reserva viven más de doscientas especies de aves. Innumerables son las especies pertenecientes a la fauna menor, como anfibios, reptiles e insectos. Algunos de los insectos más grandes del mundo se encuentran aquí, como los famosos Dynastes hercules y Dynastes neptunus. A menudo se encuentran especies nuevas para la ciencia, como la espectacular mantis de alas perfiladas (Calopteromantis otongica). "Yo mismo – dice Giovanni Onore – he descubierto unos doscientos pequeños animalitos que ahora llevan mi nombre. Hay millones de especies en este rincón del paraíso: todo es útil, no hay ningún animal nocivo".
Además de la estación científica, que facilita el estudio de la fauna y flora de Otonga in situ, también se ha creado un gran vivero con veinte mil plantas autóctonas que se está utilizando para reforestar algunas zonas de la Reserva y sus alrededores. Con la ayuda de algunos jóvenes de la zona, se están plantando unos treinta y cinco mil plantones procedentes de los semilleros y viveros. Con las últimas adquisiciones, el bosque supera ya las mil hectáreas.
"Debemos darnos prisa – dice Fray Giovanni – o acabaremos destruyendo todo esto y aniquilando esta increíble variedad de especies que existe no sólo en esta porción del Paraíso. Se trata de garantizar la supervivencia de la propia humanidad. El mundo está tomando conciencia del cambio climático acelerado por las actividades humanas. En Ecuador, los grandes glaciares que cubren las cumbres de los Andes retroceden y los fenómenos climáticos se acentúan: las zonas más secas se desertifican rápidamente y las zonas lluviosas se inundan cada vez más. Las costas oceánicas, antes protegidas por densos manglares, están siendo deforestadas para dar paso a criaderos de camarones destinados a la exportación. El aumento del nivel del mar y de las olas está erosionando las playas con una enorme pérdida de biodiversidadâ€.
“Como entomólogo, utilizo a los insectos como termómetros para medir el grado de calentamiento de los entornos en los que viven. Durante mis investigaciones en los Andes, descubrí que algunos de ellos solían vivir entre 2.000 y 2.300 metros sobre el nivel del mar; ahora se han trasladado a 2.800 metros y subirán aún más, pero en algún momento, si continúan su ascenso, llegarán a las cumbres de las montañas y se extinguirán. Hace poco encontré a 2.000 mil metros, en el bosque de Otonga, la rana Rhinella marina, ¡que solía vivir por debajo de los mil metros!".
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