ʱú, el Arzobispo de Lima: algunos avivan el fuego de la crisis
Stefano Leszczynski - Ciudad del Vaticano
La situación sigue siendo tensa en Perú, donde desde hace más de un mes se registran manifestaciones masivas contra la Presidenta en ejercicio, Dina Boluarte, y los diputados. Los manifestantes exigen la dimisión de todos los cargos del Estado y la convocatoria de nuevas elecciones tras la destitución y detención del Presidente electo Pedro Castillo en diciembre. La represión de las protestas antigubernamentales fue extremadamente dura y se saldó con la muerte de decenas de manifestantes. Las protestas se han extendido a las principales ciudades de Perú y el pasado jueves estallaron también en la zona turística de Cuzco.
¿Quién es Pedro Castillo?
Pedro Castillo, socialista y sindicalista de una de las zonas más pobres de los Andes, fue elegido en junio de 2021, imponiéndose a un amplio abanico de candidatos. Considerado un outsider en la política peruana y alejado de los centros de poder de Lima, había despertado grandes expectativas de mejora social y económica entre los estratos más pobres de las zonas rurales de mayoría indígena. Tras asumir el cargo, su figura se vio rápidamente empañada por una serie de escándalos, luchas internas en el seno de la mayoría y una fuerte oposición en el Congreso. Fue destituido a mediados de diciembre de 2022 tras intentar disolver el Parlamento, pero sus partidarios lo consideran una víctima de las élites políticas y corruptas que dominan la escena peruana.
La posición de la Iglesia
La Iglesia peruana se ha posicionado ante la violencia rampante en el país, lanzando numerosos llamamientos al diálogo y a la vuelta a una situación de normalidad, y pidiendo a las autoridades en el poder que tengan en cuenta las reivindicaciones de los grupos más débiles. En los micrófonos de Radio Vaticano-Pope, el arzobispo de Lima, monseñor Carlos Castillo Mattasoglio, calificó de trágica la realidad peruana debido a la creciente polarización del enfrentamiento, alimentada por la falta de cohesión institucional, la arraigada corrupción y la incapacidad de dar respuestas adecuadas a las legítimas demandas de las franjas más pobres de la población.
Los que avivan el fuego de la crisis
Monseñor Mattasoglio subraya el papel desestabilizador de quienes tienen ambiciones e intereses en la gestión de los importantes recursos económicos y financieros del país. Por ello, la Iglesia denuncia las mafias y el poder que ejercen unas pocas grandes familias peruanas que han puesto en jaque a zonas enteras, sobre todo aprovechando las reformas destinadas a descentralizar el poder. El narcotráfico y la corrupción son dos de los grandes males que han llevado al empobrecimiento de amplios sectores de la sociedad y a una creciente exasperación incluso entre las comunidades indígenas.
El llamamiento de los obispos peruanos
Los obispos de Perú se han reunido en la actual sesión de la Conferencia Episcopal precisamente para considerar la posibilidad de hacer una serie de propuestas que permitan relanzar el diálogo o, al menos, reducir la fractura social que se ha creado. El único camino posible, dice Monseñor Mattasoglio, es siempre el de la mediación y el diálogo, dejando a un lado prejuicios, ambiciones y acusaciones mutuas. Hay un problema educativo muy grave en la sociedad peruana que requiere capacidad de visión a más largo plazo. Nuestro llamamiento, concluye el prelado, es que debemos utilizar todos los medios para conseguir que las partes aclaren los puntos fundamentales y que todos trabajemos juntos como hermanos, como dice el Papa en su encíclica. Esto es lo central.
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