Vida consagrada en Costa Rica: “Una mano tendida para todos”
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Los retos surgidos en el Encuentro Nacional de Vida Consagrada en Costa Rica, celebrado recientemente en Limón sobre el tema “Vida Consagrada en Sinodalidad”, tal como informa la son:
Ser testigos de los valores del Reino
“Ser testigos de los valores del Reino según la experiencia de nuestros carismas, en fidelidad creativa para el enriquecimiento de nuestra Iglesia. Renovar nuestro compromiso con una vida radicalmente evangélica, en la cercanía y solidaridad con los pobres, en la defensa de los que experimentan la injusticia y la opresión, siendo una mano tendida para todos”.
Una voz que ayude a sensibilizar a la Iglesia costarricense
En el mensaje final firmado por monseñor Bartolomé Buigues Oller, obispo de Alajuela, y por el padre José Manuel Araya Chavarria, CSsr, secretario ejecutivo y presidente, respectivamente, de la Comisión Nacional para la Vida Consagrada, se expresa el compromiso de ser “una voz que ayude a sensibilizar a la Iglesia costarricense sobre la belleza y la riqueza de la vida consagrada como don de Dios, para estimularla a conocerla mejor y a tenerla en cuenta en el camino sinodal”. Además, también para “expresar el servicio que la vida consagrada realiza a nuestra sociedad en las diferentes obras sociales, pero sobre todo por su propuesta de valores que inciden en el entorno social”.
Crecer en la conciencia de ser parte de una Iglesia sinodal
La gran familia de la vida consagrada costarricense quiere “crecer en la conciencia de ser parte de una Iglesia sinodal, en la que los cambios se producen por la implicación de todos, pero sobre todo por la escucha de la voz de todos”. Los religiosos y religiosas viven, por tanto, los procesos de transformación eclesial “a la luz de un modelo de Iglesia como Pueblo de Dios en camino”, “un modelo eclesial capaz de crear nuevas formas de proceder basadas en la escucha, el diálogo, el discernimiento comunitario, el asesoramiento y las decisiones tomadas conjuntamente”.
Nuevos retos
Otros retos que han surgido en el Encuentro Nacional se refieren a la necesidad de abrir las puertas de las comunidades religiosas “ofreciendo espacios de experiencia de Dios, de comunión, de diálogo, de cercanía, de escucha”, así como promover “dinámicas de participación, de consulta, de toma de decisiones y camino juntos”, tanto en las comunidades religiosas como en los campos de misión donde están presentes los religiosos.
Un ulterior aspecto se refiere a una mayor participación en la vida y misión de las Iglesias particulares y, por último, se subraya la necesidad de animar y valorar en el camino sinodal a todos los que están cerca de la vida consagrada, especialmente a los laicos que comparten los carismas de los distintos institutos religiosos.
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