Sor Laura: el Papa nos invita a ser una Iglesia acogedora
Fabio Colagrande - Pope
La hermana Laura Patelli pertenece al Instituto Internacional de las Hermanas de Santa Marcelina y enseñó en el Collège Sainte-Marcelline de Montreal de 2010 a 2014: una experiencia que le enseñó la belleza de la convivencia en una sociedad multicolor. De los días del Papa Francisco en Canadá, recuerda el estímulo dado a la Iglesia para ser cada vez más abierta en acoger y en el hacerse acogedora.
"La cultura y la espiritualidad amerindias son hermosas, son fuertes. Es una pena privarnos de esta maravilla de la que tenemos mucho que aprender. Si hablamos de inculturación, debemos recordar que es algo que funciona en ambos sentidos: no sólo ser acogido, sino también acoger la realidad del otro. Todo el mundo tiene algo que aprender, pero obviamente tiene que renunciar a algo para hacer sitio. Entre otras cosas, también es importante reconocer el error, reconocer lo que no se ha hecho de buena manera porque hay muchos valores de los que está impregnado Canadá que también son valores cristianos, pero estos errores deben ser llevados ante el perdón. Creo que la población indígena tiene esa capacidad de aceptar el perdón, de saber pensar en la curación, por lo que creo que hay muchas posibilidades de reconciliación. Es importante llegar a vivir juntos: donde todos tienen derecho a expresar sus particularidades".
El Papa Francisco, en la provincia de Alberta, participó en la peregrinación anual al lago Santa Ana, tan importante para los pueblos indígenas. En esa ocasión rezó para que las madres y las abuelas nos ayuden a curar las heridas del pasado y del presente. ¿Cómo comenta esta esperanza, esta referencia a las madres y abuelas?
"Me parece muy bonito, el Papa, entre otras cosas, destacó ¡®el latido del corazón¡¯, que es el latido del hombre, el latido de la Madre Tierra, siempre tocado por estos tambores. Le llamó mucho la atención. Es la vida que palpita: una madre vive la vida palpitante dentro de sí misma; más aún una abuela que la vive doblemente, añadiendo a este don de la vida también la sabiduría, que es uno de los valores destacados por los nativos. Respetan la sabiduría del anciano y de la mujer que es portadora de vida en el vientre, como también lo es la tierra. De hecho, la tierra se llama madre: es madre y genera vida. Entonces, ¿cómo no respetar la vida a partir de su fuente, de su origen? Hay un fuerte sentido de lo sagrado en todo esto. Tal vez lo hemos perdido un poco, tenemos mucho que aprender, y la curación es un término clave para esta espiritualidad y es básicamente lo que todos necesitamos ahora. Necesitamos sanar nuestras relaciones con los nativos, con la tierra y con toda la creación. La abuela y la mujer son figuras fundamentales en este saber acoger y curar".
Como religiosa, Sor Laura, ¿qué le han enseñado sus años en Canadá?
"Una sencillez de convivencia, entre comillas 'multicolor'. Tengo en mente mis clases: de treinta alumnos tenía realmente el mundo por delante. Tenemos 80 o más nacionalidades representadas en nuestro colegio. Es hermoso porque vivimos juntos. Razón de más para que los religiosos sintamos, percibamos, cómo en nuestras comunidades convivimos a menudo con personas de tantas nacionalidades diferentes. Sin embargo, a menudo existe ese algo que nos separa, esa diferencia que se convierte en una limitación en lugar de una apertura. Aquí, creo que esto es aún más fuerte: haber experimentado este ser juntos en una multiplicidad de expresiones, en la belleza de cada una, que hace la vida aún más rica. Nos hacemos divinos precisamente cuando aprendemos a ser plenamente humanos y nos hacemos plenamente humanos cuando vivimos la relación con el otro, porque con el Señor acogemos y esto nos hace personas más verdaderas, más plenas".
¿Qué frutos espera de este viaje del Papa?
"Creo y espero una apertura de la Iglesia, fresca, viva, acogedora, que salga al encuentro, como lo hizo el Papa: con la sencillez de una persona en silla de ruedas, mansa, humilde de corazón, que se abre a esta petición de perdón. Porque no se trata de ser más grande o más pequeño, sino de saber convivir, de compartir. Ciertamente, muchas iglesias han cerrado en Canadá. Pero la Iglesia recupera la energía vital si vive plenamente estos grandes valores. Espero realmente que la Iglesia se abra cada vez más a acoger, a ser acogida, a compartir y a vivir juntos una vida que debe ser verdaderamente bella y plena para todos".
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