Food Safety. Alerta de SACRU sobre la seguridad alimentaria mundial
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La biodiversidad, el desarrollo de sistemas alimentarios locales y la cooperación entre consumidores y empresarios son algunas de las acciones propuestas por los expertos de la SACRU para contrarrestar las desigualdades alimentarias del mundo y promover una nueva forma de desarrollo económico que proteja el medio ambiente y la humanidad. Las propuestas se lanzaron con motivo del Día Mundial de la Inocuidad de los Alimentos, el martes 7 de junio, para concienciar sobre la seguridad alimentaria.
Guerra entre Rusia y Ucrania
La guerra entre Rusia y Ucrania ha paralizado el granero del mundo. Los dos países son grandes exportadores mundiales de trigo y cereales, pero también de fertilizantes para la agricultura. El aumento de los precios y la disminución de la oferta amenazan con desencadenar una crisis alimentaria, agravando una situación ya de por sí preocupante que penalizaría especialmente al continente africano. Los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) son claros: cada año 600 millones de personas se enferman por comer alimentos contaminados, y más de 200 enfermedades son causadas por alimentos contaminados por bacterias, virus, parásitos o sustancias químicas. Y la guerra en curso, según las primeras estimaciones, corre el riesgo de aumentar el número de personas desnutridas en 13 millones.
Strategic Alliance of Catholic Research Universities (SACRU)
Con motivo del Día Mundial de la Inocuidad de los Alimentos, la Católicas (SACRU) ofreció una visión general de esta cuestión que afecta a la salud, la economía y la geopolítica. SACRU es una red de ocho universidades católicas de cuatro continentes diferentes, coordinadas por la Università Cattolica del Sacro Cuore, que cooperan entre sí con el objetivo de promover una educación global para el bien común y una investigación interdisciplinaria de excelencia inspirada en la enseñanza social católica. Uno de los principales ámbitos en los que se han centrado las actividades de SACRU es el de la seguridad slimentaria, en particular mediante la creación de un Grupo de Trabajo dedicado al análisis de los problemas asociados al desarrollo de los productos alimentarios y al estudio de la normativa sobre seguridad alimentaria vigente en los distintos países. La Universidad Católica lleva a cabo actividades de investigación relacionadas con la Seguridad Alimentaria en la Facultad de Ciencias Agroalimentarias y Medioambientales de Piacenza-Cremona, en colaboración con las demás universidades asociadas a la red.
Seguridad alimentaria
"La seguridad alimentaria se consigue cuando existen las condiciones que preservan la salubridad de los alimentos y evitan la contaminación con agentes biológicos o químicos que causan enfermedades de origen alimentario", señala Pier Sandro Cocconcelli, profesor de Microbiología de los alimentos de la Universidad Católica del Sagrado Corazón. Cocconcelli subraya que la seguridad de los alimentos depende de "una serie de factores relacionados con todas las fases del sistema alimentario, como el medio ambiente, la sanidad de plantas y animales, los forrajes, los ingredientes alimentarios, los materiales en contacto con los alimentos, los aditivos y la nutrición, en el llamado enfoque "de la granja a la mesa"".
La seguridad alimentaria no sólo afecta a la vida de las personas. Como explican Alicia Orta Ramírez y Xavier Almirall, de la Universitat Ramon Llull, "tiene un fuerte impacto en el desarrollo socioeconómico de los países, influyendo directamente en los sistemas nacionales de salud, en el comercio, el turismo y en la economía". Los cambios que se producen en el contexto geopolítico mundial tienen, por tanto, una importante repercusión en la seguridad alimentaria, ya que "la guerra, la falta de recursos, las catástrofes medioambientales, las crisis económicas y las crisis humanitarias favorecen situaciones en las que la seguridad del abastecimiento alimentario se ve comprometida a varios niveles".
Crisis alimentaria
Desde el estallido de la guerra entre Ucrania y Rusia, las exportaciones ucranianas de trigo, maíz y aceite de girasol han caído en picado, afectando sobre todo a los países africanos. Según Bo Wang, profesor de la School of Behavioural & Health Sciences de la Universidad Católica Australiana, esta dinámica conlleva la posibilidad de que las poblaciones hambrientas "consideren alternativamente a los animales salvajes como su fuente de proteínas, con todos los riesgos que ello conlleva en cuanto a la transmisión de patógenos de los animales a los humanos".
El aumento de los precios de las materias primas es una de las principales amenazas para la seguridad alimentaria, y como señala Paulo Esteves, profesor asociado del Instituto de Relaciones Internacionales de la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro, "las primeras evaluaciones del impacto de la guerra indican un aumento de 13 millones de personas desnutridas a corto plazo". Para Esteves, sin embargo, el panorama es más amplio y también hay que tener en cuenta los daños medioambientales que causan los sistemas alimentarios, que "son grandes emisores de CO2 y no pueden garantizar el derecho de los ciudadanos a una alimentación adecuada". Por desgracia, esta crisis alimentaria "afectará a los mismos grupos desproporcionadamente afectados por la pandemia, creando una crisis humanitaria", concluye Esteves.
El énfasis en la dimensión medioambiental también lo comparte Takeshi Ito, profesor de la Graduate School of Global Studies de la Universidad Sophia de Tokio, según el cual el acceso a una alimentación sana, nutritiva y suficiente sólo se logrará "si somos capaces de cambiar nuestro enfoque de la escasez hacia una agricultura que haga hincapié en el principio de la biodiversidad y reconozca la interdependencia entre el hombre y la naturaleza".
Fernando Mardones, investigador de la Escuela de Medicina Veterinaria de la Pontificia Universidad Católica de Chile, pide que se apoyen "los sistemas alimentarios locales y las comunidades rurales de pequeños productores en los países de bajos ingresos", sin dejar de "fortalecer las capacidades y habilidades de investigación mediante la formación interdisciplinaria y la financiación de la investigación para científicos y profesionales".
Se necesitan más protocolos de seguridad acordados por los socios del sector
En este escenario, el compromiso conjunto de los consumidores y los empresarios del sector alimentario es también crucial. Paula Teixeira, profesora asociada de Microbiología de los Alimentos en la Universidad Católica Portuguesa, señala que "las expectativas de los consumidores son complejas, ya que, por un lado, exigen alimentos seguros y cómodos con una larga vida útil, y por otro, que estén disponibles en todas partes y puedan encontrarse en todo momento: se trata, sin duda, de grandes retos para la industria alimentaria". Tomando como referencia la producción de carne a base de células, Glenn Gaudette, director del Departamento de Ingeniería del Boston College, cree que es fundamental aplicar, al mismo tiempo que se desarrollan nuevas tecnologías alimentarias, "protocolos de seguridad acordados por los socios de la industria para garantizar que no se creen barreras económicas adicionales que reduzcan el acceso a quienes realmente lo necesitan".
Takashi Hayashita y sus colegas de la Facultad de Ciencia y Tecnología de la Universidad de Sophia, por su parte, se centran en la detección selectiva de bacterias: la industria alimentaria suele utilizar conservantes y antibióticos sintéticos en el proceso de producción de alimentos, pero como el uso excesivo de antibióticos estimula mutaciones genéticas no deseadas en las bacterias, la necesidad de un método de detección bacteriana que permita determinar la dosis específica de un antibiótico es esencial para alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible.
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