Los ³¾¨¢°ù³Ù¾±°ù±ð²õ de Granada son Beatos
Ciudad del Vaticano
¡°Con un corazón puro, cantamos las alabanzas de los santos mártires, que la beata pasión ha hecho semejantes a Cristo glorioso¡±. Con este canto tomado del himno de Laudes de la fiesta de los mártires de la antigua liturgia mozárabe, comenzó esta mañana la homilía del cardenal Marcello Semeraro, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, en la misa de beatificación de Cayetano Giménez Martín y otros 15 compañeros, en agradecimiento por el don de estos nuevos dieciséis beatos que el Señor ha hecho a la Iglesia.
La santidad no es una conquista humana sino un don de Dios
¡°Los santos son un don de Dios; lo son especialmente los santos mártires, y por ellos la liturgia romana alaba al Padre: ¡®has sacado fuerza de lo débil, haciendo de la fragilidad tu propio testimonio¡¯ (Prefacio de los santos mártires). Por lo tanto, puntualiza el Prefecto, la santidad no es ¡°una conquista humana, sino un don que recibimos del Señor¡±.
Los mártires que hoy honoramos y veneramos, como tantos otros de esta maravillosa tierra, han dado su testimonio a Cristo soportando grandes penalidades y sufriendo la muerte misma, en el contexto, de carácter anticristiano, de aquellos trágicos y dolorosos acontecimientos.
Asesinados por odio a la fe
Eran 14 sacerdotes, un seminarista y un laico. Su asesinato "por odio a la fe" tuvo lugar en la diócesis de Granada en 1936, durante la guerra civil y la persecución española a la Iglesia. Los testimonios dicen que rehusándose a renegar de su fe, todos murieron confiando en Dios y viviendo sus últimos momentos con la certeza de la Resurrección de Cristo. Fueron torturados y asesinados de diversas maneras, algunos de ellos nunca fueron encontrados.
En su homilía, el Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos menciona a algunos de ellos, empezando por "Cayetano Giménez Martín, párroco, hombre contemplativo y sencillo que ¡°en cada hombre sabía reconocer la imagen de Dios y la respetaba como tal¡±; Antonio Caba Pozo seminarista de apenas 22 años quien al perseguidor que le amenazaba le dijo: 'Matadme cuando queráis: muero por Jesucristo¡±, el laico José Muñoz Calvo, presidente de la rama juvenil de Acción Católica Alhama de Granada, quien ¡°animaba a sus compañeros a morir tranquilos: ¡°somos católicos y nuestro delito es serlo¡±.
La misericordia vale más que la vida
¡°Todos ellos, al sufrir la muerte violenta, en lo íntimo de su corazón gritaron a Dios: tu gracia vale más que la vida; tu misericordia vale más que la vida¡± afirma el cardenal, recordando que ¡°el salmista llama misericordia a los bienes que el Señor promete con generosa bondad a sus santos y que son con mucho preferibles a la vida presente¡±. ¡°Es por tal motivo ¨C precisa ¨C que las multitudes de los mártires aceptan gustosamente morir a este mundo, convencidos que, a causa de esta muerte temporal, serán vencedores para la eternidad¡±. ¡°Si, en consideración humana, nuestra vida terrena es, como decía el filósofo M. Heidegger, un ¡®ser para la muerte¡¯, nosotros, - añade Semeraro - a la luz de la fe en Cristo crucificado y resucitado, reconocemos que propiamente de la muerte nace la vida¡±.
La santidad de los mártires es una gracia para la Iglesia
Jesús, es el grano de trigo que ¡°sepultado en la tierra renace como espiga y ésta es la Iglesia. Esta ley enunciada por el Señor vale también en la Iglesia. Para producir fruto es necesario morir. Y es también en esta óptica ¨Cde los frutos de vida eterna- con la que nosotros miramos a lo sucedido a nuestros mártires -afirma el cardenal. Es una mirada que abre el ánimo a la esperanza de un fruto abundante¡±.
Es Cristo nuestra fuerza
¡°La santidad de los mártires, de hecho, no es nunca un evento del pasado; es siempre, al contrario, una gracia para la Iglesia¡± prosigue el prelado y recuerda que ¡°aun cuando han sido débiles o han cometido pecados, han sido purificados por su propia sangre, y ahora pueden interceder por nuestros pecados¡±. Ellos nos guían y nos ayudan a mirar nuestra propia vida. Por ello, invita a honorar y venerar ¡°a los nuevos beatos mártires, conscientes de que en ellos, aún frágiles y débiles como nosotros, Cristo está presente, aunque en modo misterioso¡±. Y concluye: ¡°Es Cristo nuestra fuerza y así, como escribe San Pablo, cada uno de nosotros puede decir con confianza: ¡®todo lo puedo en aquel que me conforta¡¯¡±.
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