El camino sinodal hacia el 2023 centra la plenaria del episcopado de Colombia
Pope
Los obispos colombianos están reunidos desde, ayer, 14 de febrero y hasta el viernes 18, en la CXII Asamblea Plenaria de la Conferencia episcopal colombiana (CEC). Una cita puntual para refelxionar sobre la vida de la Iglesia y la realidad del país que, sin embargo, esta vez tendrá como eje el camino de preparación convocado por el Papa Francisco para el Sínodo de Obispos, en octubre de 2023. "El caminar juntos de la Iglesia en Colombia" es el tema del encuentro – como explica una nota de prensa de la CEC - pero también los obispos dedicarán un espacio a la coyuntura actual del país, la responsabilidad de la Iglesia frente a la sociedad y de cara a las próximas elecciones legislativas.
Ejercitarse en la espiritualidad de la escucha
Abrió la plenaria monseñor Luis José Rueda Aparicio, presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, precisamente recordando que la Iglesia universal se encuentra caminando en el contexto de un Sínodo, convocado por el Papa Francisco: “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”. En la fase diocesana de este camino sinodal que se prolongará hasta el 15 de agosto de este año, el prelado colombiano animó a los obispos a vivir este momento como un aliento renovador y esperanzador para la Iglesia y los invitó para que durante estos días de cesión se facilite el diálogo, la escucha y el discernimiento, a partir de dos preguntas que son las que marcarán la ruta de la plenaria: ¿Cómo se realiza hoy, ese “caminar juntos”? ¿Qué pasos el Espíritu nos invita a dar para crecer como Iglesia sinodal?
“Si nos ejercitamos en la espiritualidad de la escucha – afirmó monseñor Rueda- los frutos del discernimiento serán más claros: el camino será con cruz, pero con valentía y tomaremos los senderos de conversión que renovarán nuestra vida. Si nos escuchamos entre nosotros, nos conoceremos en torno a la fracción del pan y nos ayudaremos a sobrellevar las cargas pastorales (…) La espiritualidad sinodal nos enseña a los obispos a ser Pueblo, a reconocer nuestras raíces, a vivir la cercanía, a correr el riesgo de caminar con el Pueblo de Dios”.
Desafíos en el ser y el hacer de la Iglesia
El prelado continúo su intervención, explicando el significado de la palabra “ternura” que, a su juicio, se debe manifestar en la misión del episcopado a través de los servicios y experiencias evangelizadoras que realiza, y, se debe materializar cuando se entra en contacto con la realidad concreta de las personas y de las comunidades. “La espiritualidad sinodal nos permite y exige cultivar la ternura de Dios y consentir que ella impregne nuestras relaciones eclesiales y sociales”, indicó.
El presidente de la CEC señaló que el Sínodo propone y exige una renovación en el ser y el hacer de la Iglesia, donde “se ofrezca al pueblo de Dios signos de esperanza e instrumentos eficaces que lleven a la renovación de la humanidad y se haga presente el Reino de Dios”. Renovación y cambios que para monseñor Rueda significan desafíos: la identidad de la Iglesia, el desafío humanitario, el desafío social y el desafío ecológico.
Renovación misionera del episcopado
Los afrontar los desafíos en la identidad de la Iglesia, para el también arzobispo de Bogotá, es necesario hacer una renovación misionera al interior de la Conferencia Episcopal, que permita acercar y conocer más la realidad de lo que está pasando en las diferentes regiones del país. Frente a esto, dijo que ve con esperanza el escenario de las provincias eclesiásticas. “Allí se fortalece la comunión misionera de los obispos y, a su vez, concede vitalidad a la colegialidad de la Conferencia Episcopal”.
Otro desafió para la Iglesia, apuntó el prelado, es asumir y reconocer su condición pecadora, frente a la realidad de los abusos de poder, conciencia y sexuales, asumiendo sus consecuencias “apoyar los procesos preventivos y reconocer que nuestra condición pecadora nos exige coherencia para iniciar itinerarios de conversión personal, comunitaria y pastoral”.
El desafío humanitario, social y ecológico
Monseñor Rueda afirmó que , a los obispos y a todo el Pueblo de Dios, los desafía la dolorosa realidad humanitaria que se constata en las zonas rurales y urbanas. Extensas dolencias que aquejan al pueblo colombiano, entre ellas, el aumento de suicidios, la fragilidad del servicio de salud, la presencia devastadora de la pandemia, la llegada de migrantes al país, el consumo de estupefacientes, el confinamiento por violencia, el reclutamiento de menores, los secuestros, la legislación sobre el aborto y la eutanasia, la violación de los derechos humanos.
“El ambiente social y cultural, la economía, la política, las comunicaciones nos desafían en nuestra misión como testigos de esperanza, porque pone muy cerca de cada uno de nosotros, en nuestras parroquias y en nuestras propias casas, temas fundamentales que no podemos ignorar: el valor del trabajo humano y la realidad del desempleo, la soledad y el abandono de las familias que habitan las zonas rurales, la vergonzosa realidad del hambre y la pauperización de grandes sectores urbanos, la devastadora penetración del narcotráfico y la multiplicidad de formas de microtráfico, la polarización política y social, el odio y nuevas formas de agresividad social, las búsquedas de los jóvenes y sus posibilidades de estudio o trabajos disminuidas, el rechazo a la corrupción y la búsqueda de nuevos estilos de sociedad con métodos que aún no muestran claridad ni solidez”, describió.
Por último, el arzobispo colombiano advirtió que, si bien en las últimas décadas ha crecido la conciencia ecológica dentro de los miembros de la Iglesia y en la humanidad entera, aún falta más por profundizar y articular. Señaló que está surgiendo una cultura del cuidado por la casa común, una cultura de la ecología integral. “Los jóvenes nos reclaman un cambio. Ellos se preguntan cómo es posible que se pretenda construir un futuro mejor sin pensar en la crisis del ambiente y en los sufrimientos de los excluidos”.
Ninguna periferia se prive de su luz
La intervención del presidente del episcopado concluyó con el fragmento de la oración del Papa Francisco a la Virgen María, en Evangelii Gaudium:
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