Padre Sosa: Los cuatro áپ propicien una sociedad justa en El Salvador
Pope
Seguir el ejemplo de los nuevos mártires de El Salvador y unirse a la profunda alegría del pueblo de Dios en El Salvador inspira el breve mensaje del Prepósito General de la Compañía de Jesús, el Padre Arturo Sosa, en vísperas de la beatificación los sacerdotes Rutilio Grande y Cosme Spessotto, Manuel Solórzano y el joven Nelson Lemus, cuatro mártires testigos de la fe que pagaron con su sangre la fidelidad al Señor y su compromiso con los salvadoreños. Una pequeña biografía, un agradecimiento de la Compañía de Jesús a Dios por la vida entregada de estos mártires generosos y la unión con la fe del pueblo del Salvador, para que con su fuerza propicien los cambios que necesita esa nación por una sociedad más justa y reconciliada.
Esperanza a toda prueba
La Compañía de Jesús se une a la profunda alegría del pueblo de Dios que peregrina en El Salvador por la beatificación de cuatro mártires testigos de la fe en la que se funda la esperanza a toda prueba de los salvadoreños. El padre Rutilio Grande y los laicos Manuel Solórzano y Nelson Rutilio Lemus fueron emboscados en las Tres Cruces cerca de la parroquia de El Paisnal, el 12 de marzo de 1977, mientras se trasladaban para atender pastoralmente algunas de las comunidades eclesiales de la zona. Fray Cosme Spessotto, franciscano, fue también abaleado frente al altar de la iglesia parroquial de San Juan Nonualco, el 14 de junio de 1980. A estas cuatro personas las une la fe en Jesucristo que los lleva, en todo, a amar y servir al pueblo al que pertenecían. Siguiendo al Señor se vaciaron de sí mismos para compartir la suerte del pueblo sirviendo hasta dar la propia vida.
Cuatro vidas para amar y servir
Manuel Solórzano nacido en Suchitoto, en 1905, casado y padre de 10 hijos, se había trasladado a Aguilares por motivos de su trabajo. Su honestidad y compromiso con la pastoral de la comunidad lo hizo una persona muy querida. Nelson Rutilio Lemus, mucho más joven, nació en 1960, en El Paisnal como el padre Rutilio, con quién tenía lazos de parentesco, pero sobre todo compartían el entusiasmo del servicio a las comunidades eclesiales que formaban la parroquia El Señor de las Misericordias de Aguilares en El Salvador. Fray Cosme había llegado de Italia a El Salvador en 1953, con 30 años de edad y cinco de haber sido ordenado sacerdote. Siguiendo su vocación misionera se volcó al servicio de la gente sin ningún tipo de distinciones, incluso durante los años del conflicto armado. Su martirio fue el resultado de una vida consecuente con su fe y con el ministerio que le había sido confiado al servicio de todo el pueblo.
Fe y dimensión humana insospechadas
El padre Rutilio Grande nació el 5 de enero de 1928, fue un jesuita de dimensiones humanas y religiosas insospechadas, en su debilidad encontró su grandeza. La mayor parte de su vida transcurrió en el silencio y la humildad de quienes se van haciendo, paso a paso, compañeros de Jesús. Quienes lo trataron encontraron siempre en él un hombre bueno, cercano y servicial, para los seminaristas fue un auténtico formador y para el clero salvadoreño, un delicado acompañante espiritual. Rutilio supo ser consejero, compañero comprensivo y amable y, al mismo tiempo, firme y serio en lo que se refería a la vida cristiana y al ejercicio responsable del ministerio presbiteral. La población campesina de la que él mismo hizo parte y a la que sirvió con dedicación en su servicio pastoral halló en él un religioso cercano, abnegado y cariñoso, ordenado presbítero para compartir la vida con la comunidad de los seguidores de Jesús que dan testimonio de la buena noticia.
La fe que daba sentido a sus vidas
Al reconocer el martirio del padre Rutilio, de Manuel, de Nelson y de Fray Cosme, la Iglesia Católica confirma que sus vidas fueron arrebatadas a causa de la fe, que daba sentido a sus vidas y de la que se convierten en testigos por su sangre injustamente derramada. Como Compañía de Jesús damos gracias a Dios por la vida entregada de estas personas generosas, nos unimos a través de ellos con la fe del pueblo del Salvador y con sus esfuerzos por propiciar las necesarias transformaciones que hagan posible una sociedad justa con un lugar digno para todas las personas.Nuestra Señora Reina de la Paz, Patrona del pueblo salvadoreño sea la luz que ilumina el camino a ejemplo de los nuevos beatos Mártires del Salvador. ¡Dios los bendiga!
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