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"Creemos profundamente que el Espíritu Santo es ese amor que procede del Padre y del Hijo". "Creemos profundamente que el Espíritu Santo es ese amor que procede del Padre y del Hijo". 

¡Ven Espíritu Santo, ilumina nuestros sentidos!

En Pentecostés, la solemne fiesta del Espíritu Santo, comparimos la reflexión del jesuita mexicano Genaro Ávila-Valencia.

Genaro Ávila-Valencia, SJ

Creemos que el amor de Dios por nosotros es eterno. Creemos que la fidelidad a su alianza con nosotros, su pueblo, es permanente. Creemos en un Dios que es Trinidad, un Dios que es familia y comunidad. Creemos que esa presencia discreta del Señor Jesús permanece con nosotros siempre hasta el fin del mundo (Cfr. Mt 28,16-20). Creemos profundamente que el Espíritu Santo es ese amor que procede del Padre y del Hijo. Un amor creador que con su solo aliento da vida a lo que parece muerto, reverdece la aridez de nuestro a veces seco corazón, sana las heridas de nuestra frágil humanidad y nos ayuda a construir comunión en la diversidad. Jesús nos recuerda que su Padre trabaja siempre y que Él también trabaja (Cfr. Jn 5,17); así mismo, el Espíritu Santo trabaja siempre y sostiene día a día a nuestra Iglesia. Es el paciente tejedor que a diario construye comunión.

El Pentecostés es la solemne fiesta del Espíritu Santo. El nacimiento de nuestra iglesia peregrina y misionera. La fortaleza de Dios que llena de parresia a los temerosos discípulos encerrados en sí mismos. Es la paz que llena de luz nuestro corazón invadido por las tinieblas de nuestros infundados miedos. Es el aire fresco que llega a oxigenar nuestra realidad asfixiada por la constante preocupación de nuestro egoísmo. Es la brisa silenciosa que nos recuerda que no somos el centro del universo. Es el impulso que nos mueve y nos pone en camino de encuentro y de servicio. Es la discreta presencia que nos hace florecer y compartir la belleza de la creación. Es aquella tierna voz que nos susurra muy cerca de nuestro oído que somos las creaturas amadas del Padre, hijas e hijos nacidos de su palpitante corazón. Es la música callada que nos hace danzar la vida. Es el agudo lente que nos hace mirar la realidad con esperanza. Amante consolador de los pobres y afligidos. Ardiente fuego que llena de audacia a tantos misioneros que anuncian la buena nueva con creatividad.   

El Espíritu Santo es nuestro fiel y prudente consejero al momento de discernir y tomar decisiones. Ya San Ignacio de Loyola lo intuía en su Ejercicios Espirituales cuando nos anuncia: “Presupongo tres pensamientos en mí, es a saber: uno propio mío, el cual sale de mi propia libertad y querer, y otros dos que vienen de fuera, uno que viene del buen espíritu y otro del malo [EE 32]”. Ese que viene de fuera y habita en lo más íntimo de nuestra propia intimidad es lo que San Ignacio llama “Buen Espíritu”; es el Espíritu Santo que está presto y diligente para asistirnos en las encrucijadas de nuestra vida y, como dice aquel bello himno del Veni Creator Spiritus, iluminar nuestros sentidos e infundir el amor en nuestros corazones. ¡Ven Espíritu Santo! y haz que todos seamos uno como el Padre, el Hijo y tú son uno mismo.

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24 mayo 2021, 14:43