Rosario mundial de las religiosas para invocar el fin de la pandemia
Marina Tomarro - Ciudad del Vaticano
Una oración del Rosario que quiere atravesar todos los continentes, para pedir a la Virgen, según las intenciones de Francisco, la liberación de la Pandemia. "No podíamos dejar de estar presentes en esta invitación que el Papa nos ha dirigido a todos -explica la hermana Therese Raad, de la Congregación de las Hermanas de la Caridad de Santa Juana Antida Tohuret y colaboradora de la UISG-, creemos firmemente en el poder de la oración. Con nosotros estarán conectadas en línea nuestras hermanas que viven en aquellos países particularmente afectados por la pandemia, como India y México, pero también países como Túnez y Australia, que junto con Italia representarán los cinco continentes. Nos uniremos a nuestras hermanas que rezan el Santo Rosario cada día".
La pobreza agravada por la pandemia
La UISG a través de Talitha Kum, la Red Internacional de Vida Consagrada contra la Trata de Personas, presente en más de 70 países del mundo, lleva ayuda a todas aquellas personas que viven en situaciones de gran dificultad, como la explotación económica y sexual. La pandemia, desgraciadamente -continúa la Hermana Therese-, sobre todo en los países más pobres, ha empeorado mucho las situaciones económicas y sociales, ya de por sí muy precarias. Por ello, nuestra oración es especialmente por aquellos pueblos que han visto agravado su sufrimiento".
María, Madre que nos lleva a Jesús
La oración mariana del Rosario es una invocación a la Santísima Virgen para que se sequen las muchas lágrimas causadas por las pandemias e injusticias del mundo, especialmente las de los más débiles y frágiles. "María es la mamá - dice Sor Teresita, -y cuando tenemos un dolor, lo primero que hacemos es dirigirnos a la madre que nos comprende inmediatamente. Es la figura que une a toda la humanidad. Al rezar el Santo Rosario, Ave María tras Ave María, pedimos la paz para nuestras sociedades, para nuestras Iglesias. Y a través del sí de María, también nosotros aprendemos a decir nuestro sí al Señor en la cotidianidad de la vida, y la Virgen nos acompaña en este camino, que nos lleva hacia su Hijo Jesús.
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