Aún somos promesa. Fratelli tutti y el renacer de 笔别谤ú
Ciudad del Vaticano
Monseñor Castillo considera que el llamado del Papa cobra especial sentido en el contexto actual que vive Perú: se trata de un país fracturado, “sobre todo en dos sentidos, socialmente, debido a las injusticias seculares, y culturalmente con la diversidad de costumbres, naciones y etnias que reunieron en el Perú a buena parte de los pueblos de la tierra, y produjeron combinaciones y mestizajes difíciles de engarzar por medio del aprecio, y superando el desprecio y prejuicio mutuo”.
Castillo, citando al historiador Jorge Basadre[i], quien subraya la idea de que Perú es una “promesa” de unidad propone, desde esta perspectiva una lectura de la .
“Si la unidad mundial, global, desde los años 90, afirma mons. Castillo, nos pareció siempre endeble y superficial, quebradiza y conflictiva, concentradora de riqueza y productora de descarte ecológico y de vidas humanas, el asunto de la pandemia en esta unidad global se volvió unidad en la fragmentación y unidad en la vulnerabilidad”.
Ante un país que es “unidad en el deterioro, la corrupción y la presencia de mafias de todo tipo”, Fratelli Tutti, afirma Castillo, resalta la sed de fraternidad que brota del clamor de un mundo quebrado y ofrece las líneas maestras para conducirnos a la generación de un proceso de renacimiento de la Humanidad”.
Reconstruir los vínculos
El arzobispo de Lima afirma: Dice, en el número FT35: «Ojalá que tanto dolor no sea inútil, que demos un salto hacia una forma nueva de vida y descubramos definitivamente que nos necesitamos [...] los unos a los otros, para que la humanidad renazca con todos los rostros, todas las manos y todas las voces, más allá de las fronteras que hemos creado».
Seguidamente subraya: “En efecto, este mundo cerrado, en el que estamos viviendo todavía, fundado más en la ganancia y menos en la persona, ha creado y ha generado una desvinculación social extensiva e intensiva en todas las sociedades del mundo y también en nuestro país. Y la tarea que surge (…) es justamente cómo se reconstruyen esos vínculos”.
El buen samaritano: ni cómplice ni indiferente
Castillo pone en evidencia la mirada del Papa sobre todas las experiencias de unidad que se construyen desde abajo y afirma: el Papa “ha querido tomar como ejemplo para eso el “movimiento” del buen samaritano, que sale de sí mismo, que no se queda ni en ser un burócrata religioso, como el sacerdote y el levita, ni tampoco en ser un asaltante, sino que se distingue de ellos, pero se distingue por su inmersión en el problema, no por su separación, renunciando a cualquier complicidad con el mal activo o la indiferencia”.
El prelado, citando a Guzmán Carriquiry afirma: “es preciso volver a recordar que nuestro país, desde mucho antes, y más desde la independencia está marcado por ser más una promesa que una realidad”. Y prosigue:
En ese sentido, quisiera que veamos que el Papa nos está poniendo ante un desafío que es propiamente una oportunidad: renacer, pero renacer ante una situación probable de destrucción o de deterioro que, si continúa, "morimos todos", como él dice. Dice en el número FT.77: «Cada día se nos ofrece una nueva oportunidad, una etapa nueva. No tenemos que esperar todo de los que nos gobiernan, sería infantil. Gozamos de un espacio de corresponsabilidad capaz de iniciar y generar nuevos procesos y transformaciones».
Castillo insiste: Al leer la Fratelli Tutti desde el Perú nos inspiramos y sentimos que podemos vivir una hermandad, proponiendo la fraternidad, que podemos reconocer desde nuestra historia y desde pensadores nuestros. Hace 50 años, José María Arguedas decía las siguientes palabras: «el individualismo agresivo no es el que va a impulsar bien a la humanidad, sino que la va a destruir, es la fraternidad humana la que hará posible la grandeza, no solamente del Perú sino de la humanidad. Y esta es la que practican los indios y la practican con un orden, con un sistema, con una tradición. Eso es todo” [ii]
Fortalecer la fraternidad
Monseñor Castillo llama la atención sobre un punto fundamental: no estamos creando la fraternidad, “ya está en movimiento, lo que hay que hacer es potenciarla (…) Y siento que en el caso peruano es una cosa fundamental: buscar unidad en todo el laberinto que tenemos es un hecho real (…) Los tiempos de fragilidad son tiempos de unidad”.
El arzobispo de Lima insiste en que quienes buscan la unidad son “los propios pobres, que se unen en las ollas comunes, los propios muchachos que, al ver la indignidad con que han tratado a la gente ciertos políticos, se han unido en una marcha pacífica, impresionante, en 40 ciudades del país. Hay en el movimiento un deseo de anchar la democracia, y que la democracia no solamente sea representativa, sino participativa, -“la mejor política”- y esto es lo que nos dice el Papa, de que hay que reconocer esta oportunidad, este signo, porque está creciendo el espíritu de la fraternidad”.
Este espíritu se percibe cuando el Papa comenta la parábola del buen samaritano, afirma Castillo: “así ver cómo esa dinámica del samaritano que sale, y que no es un socio o un funcionario, sino que reconoce la sensibilidad humana y sale de sí, hace posible que esos gestos de él, siendo tan sencillos y cotidianos, sean fundadores de una nueva actitud distinta a la de los asaltantes y a los indiferentes religiosos, y abra la posibilidad de un nuevo fundamento para la existencia”.
El prelado añade que la percepción que el Papa hace de la fraternidad es “práctica, posible y real”. No se trata de un simple sueño, sino de una realidad que hay que potenciar. En este contexto, el arzobispo de Lima señala tres cosas que ha indicado el Papa: gratuidad, localidad y universalidad. “La gratuidad es el don gratuito que recibimos sin medida y sin cobro, y que podemos compartir”. En segundo lugar, “ni un localismo que encierra, ni una universalidad que homologa y estandariza”. Finalmente: la universalidad, las iglesias y religiones como lugares para dar “aliento y promoción” a las comunidades, “como lugares para hacerlos crecer”.
Confiar en el Espíritu Santo
Castillo cita al Papa Francisco: “he escuchado decir al Papa es «confíen en el Espíritu Santo». Lo que tiene esta encíclica es que es una encíclica espiritual, profundamente espiritual, capaz de abarcarlo e inspirarlo todo y unificar, hacer posible una cosa que es fundamental en el mundo de hoy y que la gente ya está haciendo: apreciar, no despreciar”.
Monseñor Castillo reflexiona sobre la realidad peruana y ante los tiempos difíciles de la pandemia, la pobreza y la crisis política, insiste en que este tiempo “nos ha permitido comprender nuestra fragilidad” y al mismo tiempo nos ha permitido “poder imaginar y soñar”, y la participación de los jóvenes lo demuestra. Demuestra que hay una relación entre la fe y religiosidad del pueblo, la confianza en el Señor de los Milagros y cómo esta fe produce procesos de esperanza y de búsqueda del respeto a la dignidad de todas las personas.
Monseñor Castillo termina su intervención afirmando: el más grande desafío es reconocer y transmitir el Espíritu que el Señor nos dio a través de los espíritus vivos de nuestra época, propios de la gente sencilla, que es la que está inundando el mundo, trajinando dolorosamente, pero esperanzada y mirándonos al rostro, capaz de poder darnos una esperanza a toda la humanidad, de tal manera que la anchura de como vivamos, como Iglesia, es la que puede ofrecer una posibilidad nueva, y sin duda el Papa dijo: para eso tenemos que salir de una etapa clerical de la Iglesia y abrirnos a una etapa por lo menos más laical, más del pueblo fiel, más capaz de reconocer lo bondadoso de cada persona de a pie para la salvación de la humanidad.
[i] Cfr. Suarez, F. Jorge Basadre y su libro, Perú problema y posibilidad, en
[ii] Primer encuentro de narradores peruanos (Lima, Casa de la Cultura del Perú,1969), p. 240.
Las ideas expuestas de manera sintética en este texto, corresponden a la intervención tenida por el autor en el evento organizado por la Academia Diplomática del Perú, del Ministerio de relaciones Exteriores, y bajo la promoción de la Embajada del Perú en el Vaticano a cargo de Doña Elvira Velázquez, Embajadora.
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