Cardenal Porras: no borrar de la mente este a?o 2020, ser constructores de esperanza
Este 2020 ha hecho evidente que la fragilidad y la debilidad de la sociedad mundial en general no es sólo una cuestión de los más pobres y de los marginados. También ha hecho salir a flote muchas lacras que lamentablemente están presentes en la sociedad en el mundo entero. Sin embargo, este año que está por concluir también es una oportunidad para construir la auténtica fraternidad. Es un resumen de las palabras del Cardenal Baltazar Porras a Pope, en este tiempo navideño, en que se le pide hacer un balance general del año que está por concluir. El purpurado habla también en concreto de Venezuela, en donde recuerda que se vive “una profunda crisis, social económica y política”, y señala que “esta pandemia ha venido a ser, una herida todavía mucho más fuerte”. A pesar de ello, la iglesia “no se ha echado para atrás, - afirma – sino que la que la creatividad nos ha despertado para cosas que creíamos que no éramos capaces de hacer”.
El purpurado reflexiona y señala que porque “el amor a Dios sólo se manifiesta en el amor al prójimo”, este 2020 ha hecho también evidente que en los momentos más difíciles “tiene que salir a relucir la originalidad, la autenticidad de la vocación cristiana”. Por ser un año "tan inédito", por otra parte, “no hay que querer borrarlo de la mente”, sino que “hay que conservar en la memoria que, en los momentos difíciles, tenemos que encontrar el auténtico camino de la superación de los muchos problemas que nos aquejan”. El Niño Dios que nos ha nacido nos recuerda que “el Señor está cerca nuestro”, y por ello “tenemos que alegrarnos, no con una alegría fatua, una alegría sin sentido, si no con esa alegría que supone esfuerzo, que supone lágrimas, que supone sudores, pero que no es otra sino descubrir que en la fragilidad y la debilidad del niño Dios está la fortaleza que viene de la gracia”, esa gracia “que se manifiesta en la ternura y el auténtico amor fraterno”. Mirando el pesebre, invita el cardenal Porras, veamos que “en la debilidad y la fragilidad, es donde está la fuerza y el coraje de la gracia del Señor, que nos lleva a ser transformadores y a ser protagonistas de lo que queremos en el mundo, esa paz y esa igualdad entre todos”. “Que nos invite, - continúa - no a buscarnos individualmente, sino de forma comunitaria, de manera sinodal, para que así podamos dar razón de la auténtica alegría y el verdadero gozo que lo produce, sobre todo, el sentido del bien que podemos hacer a nuestro prójimo”.
Un año, el que nos describe el purpurado, en el que en medio de las dificultades a la Iglesia en Venezuela “ha tocado trabajar mucho más”, despertando “la creatividad a todos los agentes de pastoral, sacerdotes, religiosas y laicos comprometidos” para seguir siendo esa “Iglesia en salida” de modo que una situación como esta “no haga caer en el desánimo y la desolación”. Por eso el arzobispo metropolitano de Mérida tiene especiales palabras para el mundo de los consagrados, religiosos y religiosas: “siento una gran satisfacción de ver una entrega generosa en medio de condiciones que son muy adversas”. "Eso - señala - es lo que hace altísima la credibilidad y confianza que hay en la iglesia: el rostro amable, el rostro afable, el rostro sonriente, en medio de la pandemia, en medio de las muchas escaseces, en medio de aquellos que quieren borrar el auténtico sentido de la Navidad”.
“Así como los profetas en medio de las calamidades y en medio del destierro supieron siempre anunciar la esperanza, - exhorta - esa esperanza tenemos que construirla hoy como auténticos protagonistas”. Y como bautizados que somos, concluye, “nos toca a todos ser de verdad luz y sal en medio de un mundo que pareciera como disperso y como alejado de Dios, mientras que, todo lo contrario, anda buscando el auténtico sentido de la trascendencia”.
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