Meditación para el 15? Domingo Ordinario: "Que la vida crezca en nosotros"
Dejar que la vida crezca en nosotros, crecer hacia la vida, acoger la vida en plenitud... los textos de este domingo nos invitan a considerar cómo recibimos la vida, cómo permitimos que la vida florezca en nosotros, cómo somos servidores de esta vida. ¡Cuidado, sin embargo! ¡No es una vida cualquiera! ¡Es la vida como el Señor nos la da, una vida fructífera y generosa, y una vida sorprendente!
En el extracto del Evangelio de San Mateo leído este domingo, Jesús cuenta la parábola del sembrador. Este hombre es muy extraño, porque siembra el grano sin contarlo. Parece que no se excluye a priori ningún terreno: recibir el grano al mismo tiempo que el terreno al lado del camino, el terreno pedregoso, el terreno lleno de zarzas y la buena tierra. La generosidad de este sembrador impresiona: se nos pone ante la figura de un Dios cuya palabra se dirige a todos, absolutamente a todos, y no a un pequeño club de gente que se llamaría a sí misma "buena tierra". Esta generosidad no hace violencia a nadie, y cada sección de la tierra, según lo que sea, recibe la semilla. Muchas veces la semilla nunca alcanzará la madurez, porque el suelo donde cae no puede, por diversas razones, dar fruto. Pero cuando da fruto, el rendimiento es de cien, o sesenta, o treinta a uno. Curiosamente, el texto de la parábola no presenta a un sembrador obsesionado por el deseo de obtener el máximo rendimiento: lo que parece importarle es que hay un rendimiento (sea cual sea). El sembrador presta atención a cómo se ha puesto en marcha un proceso de vida, no a lo que obtendrá de él. Al hablarnos de un sembrador de corazón amplio, una mente libre de fascinación productivista y una mirada confiada de cómo, al parecer, cada campo recibirá la semilla recibida, el texto no le quita la propia responsabilidad al oyente... al contrario, la subraya.
Al contrario, lo enfatiza. Porque nada está decidido, y esto es lo que la segunda lectura de este domingo, tomada de la Carta a los Romanos, parece indicar. La imagen utilizada por el Apóstol es la de un niño naciendo. Toda la creación está en el parto. Gime porque es difícil acoger lo que está naciendo en ella. Nosotros también somos parte de esta creación. Ciertamente, hemos recibido el Espíritu, pero estamos esperando que nuestra adopción filial se realice plenamente. Se está luchando, en la creación y en cada uno de nosotros, para que colaboremos en el trabajo de parto del que somos a la vez beneficiarios y actores. Beneficiarios, porque esperamos la adopción. Y actores, porque esta adopción no se producirá sin nuestra participación. La segunda lectura subraya el aspecto exigente del proceso de liberación de la vida según Dios, en nosotros y a nuestro alrededor.
La primera lectura de este domingo, tomada del libro de Isaías, nos devuelve a una actitud de confianza radical: "La lluvia y la nieve que descienden del cielo no volverán a ella si no ha regado la tierra y la ha hecho fructificar y germinar, dando la semilla al que siembra y el pan al que come; así que mi palabra que sale de mi boca no volverá a mí sin efecto, si no he hecho lo que me agrada, si no he cumplido su misión". Al proponer este texto como parte de un conjunto centrado en la germinación y el parto, la liturgia de este domingo nos invita a confiar. ¡Sí, nuestra vida - individual y colectiva - es como una germinación y un parto! ¡Sí, este proceso encuentra muchos obstáculos, en nosotros y a nuestro alrededor! Pero en Jesús, muerto y resucitado, sabemos que ya se nos ha dado una nueva vida. Es bueno para nosotros escuchar todo esto hoy, en estas semanas en las que nuestro mundo, sumido en una grave crisis sanitaria (que es también una crisis económica y social), está luchando por renovar su forma de pensar sobre el futuro.
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