ҽ

Peregrinación para celebrar el 42 aniversario del martirio de Rutilio Grande y compañeros Peregrinación para celebrar el 42 aniversario del martirio de Rutilio Grande y compañeros

Rutilio Grande, amigo de los pobres y fiel colaborador en la misión

43 años después del martirio, el p. German Rosa S.J. profundiza sobre el significado de la vida del sacerdote salvadoreño Rutilio Grande S.J., asesinado un 12 de marzo. Junto a él también murieron Manuel Solórzano de 72 años y Nelson Rutilio Lemus de 16. El día 21 de febrero, el Papa Francisco autorizó a la Congregación para la Causa de los Santos, promulgar el Decreto que da vía libre para la beatificación.

German Rosa, s.j.

“Un amigo siempre sabe lo que necesita el otro amigo”, esto fue lo que me dijo uno de mis grandes amigos cuando le di un pequeño regalo en una ocasión. Había acertado en el detalle. Así ocurre cuando hay una verdadera amistad. Sin darnos cuenta, conocemos a nuestros amigos y hacemos juntos un recorrido por la vida, hacemos juntos las cosas. Sin hablarnos, nace una camaradería espontánea, y al final estamos trabajando y colaborando hombro a hombro en grandes empresas y proyectos.

Amigo de los Pobres y amigo de Jesús…

Rutilio Grande fue un gran amigo de los pobres de Aguilares, de El Paisnal y también de todo el país. Los pobres llenaron de sentido su vida, porque descubrió que sus rostros trasparentaban el rostro de Jesús. Y esta amistad clara, honesta y fiel, echó raíces evangélicas, hasta dar la vida por ellos. El gran descubrimiento fue sentir que Jesús estaba en los pobres de Aguilares y de El Paisnal, en ellos se hizo presente el “alter Christus” (Mt 25,34-40). Al igual que en el Evangelio que narra cómo Jesús caminó con los pobladores de Galilea, recorriendo las calles, veredas, y senderos desde Nazaret hacia Jerusalén, hasta finalmente subir al monte del Gólgota, y sin nunca imaginar cómo se iba a concluir ese gran viaje de tres años con sus amigos más íntimos hasta su muerte; también así ocurrió con Rutilio Grande, quien se atrevió a hacer este viaje sorprendente con sus amigos de Aguilares y El Paisnal tras los pasos de Jesús de Nazaret. Es decir, cuando Rutilio y los pobladores de la parroquia de Aguilares dialogaban, discutían, discerniendo juntos el camino a seguir, Jesús se acercó y caminó con ellos (Lc 24,15).

El camino de Jesús en algunas ocasiones se le presentó al P. Grande como “una oscura claridad”, aunque parezca contradictorio porque cuando las experiencias irrumpen con tal novedad no se pueden formular sino recurriendo a palabras o expresiones opuestas (en oxímoron) que originan un nuevo sentido. Rutilio fue más allá de las fronteras y experiencias eclesiales conocidas en el período que le tocó realizar su proyecto misionero. El paso de ser formador de futuros sacerdotes en el seminario, a educador en el Externado San José, para luego insertarse en las comunidades de campesinos en Aguilares y El Paisnal, fue para él como un renacer instaurativo de la última etapa apostólica en su propia historia con un sello de desconocida novedad en el país. El P. Grande se dejó conducir por el Espíritu de Dios, que no tiene límites ni conoce fronteras.

La llamada de Dios y la palabra profética

Rutilio fue un auténtico peregrino que caminó con Dios y con su pueblo. La parroquia de Aguilares fue el lugar desde donde él pensó, habló y actuó. Dios le fue propicio y se dejó encontrar por Rutilio en Aguilares y El Paisnal. Pero no fue un Dios abstracto, sino un Dios encarnado en Jesucristo crucificado y resucitado en los pobres, los humildes y sencillos habitantes de El Paisnal y de Aguilares, los cuales no solamente le mostraron el rostro de Dios, sino que le provocaron un cambio profundo interior convirtiéndolo en un profeta del pueblo salvadoreño. Esta experiencia fundante y su itinerario estuvieron estrechamente vinculados en la vida del P. Grande hasta su martirio (https://www.diariocolatino.com/el-p-rutilio-grande-y-mons-oscar-romero-martires-por-el-evangelio/).

Es así que esta experiencia histórica se constituye en el principio y fundamento de su opción fundamental por los pobres y el reino de Dios, que determinaron toda la vida del P. Grande. Su palabra, su modo de vivir y su estilo pastoral tuvieron gran impacto en todo el país. Así creó un dinamismo eclesial con un modo de vivir comprometiéndose desde la fe cristiana a la altura de las exigencias de su tiempo, logrando una auténtica síntesis de fe y justicia. Se actualizó así la tradición cristiana que asume la opción por los pobres cuyas raíces están en una espiritualidad encarnada, la Sagrada Escritura, el Concilio Vaticano II y su aplicación práctica plasmada en el documento conclusivo de la II Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Medellín el año de 1968. El seguimiento de Jesús siempre crea novedad y nuevos dinamismos.

La riqueza de la experiencia de Rutilio fue descubrir que él era un misionero que colaboraba con los pobladores de Aguilares y El Paisnal en el proyecto del Reino de Dios Padre. La misión le hizo descubrir que esta no era posible sin la participación y colaboración activa con los pobres pobladores de esa región del país.

Después de su martirio, Rutilio es, al igual que Jesús, un desaparecido viviente que sigue acompañando a su pueblo de El Paisnal y de Aguilares. La muerte de Rutilio es la expresión de una dinámica de fecundidad que nos re-envía a la parábola del grano que da la vida donando la propia como enseña Jesús en el Evangelio (Jn 12,24). Y sin lugar a dudas participa ya de la presencia de Jesús crucificado y resucitado a quien siguió hasta el martirio. El P. Grande fue la voz disonante de la época que hizo posible que surgiera un modo profético de ser cristiano. La predicación de este gran profeta de El Salvador, mostró el coraje de afirmar la diferencia en un contexto político explosivo en la historia del país afirmando una continuidad espiritual genuinamente evangélica en esa realidad difícil y compleja. Por esta razón siempre estará presente, no obstante, el transcurso del tiempo.

El fiel colaborador en la parroquia de Aguilares

Rutilio fue un fiel colaborador. Nunca realizó su trabajo apostólico sin el otro o sin los otros. Es decir, sin su equipo apostólico, sin los pobladores de Aguilares y El Paisnal, y obviamente, las instancias eclesiales de la Arquidiócesis. Esto es sumamente importante, porque aquí se funda el éxito de su proyecto misionero. Al igual que Jesús y siguiendo la estrategia del Nazareno, siempre supo que no puede haber un proyecto apostólico sostenible sin tomar en cuenta al otro o los otros. La colaboración nunca es sin el otro ni sin los otros.

Pero Rutilio no solo vivió un real encuentro con el otro o los otros en Aguilares y El Paisnal, sino que también con el gran “Otro”. En definitiva, el proyecto apostólico que fue gestándose durante muchas horas de discernimiento, fue confrontado con aquel que lo envió y lo confirmo en su misión: Dios mismo. Rutilio fue un gran y fiel colaborador de Dios en la misión que realizó en Aguilares y El Paisnal.

Los otros son una pluralidad de rostros distintos. Y en el contexto que le tocó vivir a Rutilio estos rostros tenían en común la realidad de la pobreza, la exclusión, eran los insignificantes de la época: los insignificantes políticamente, socioeconómicamente, culturalmente y jurídicamente; los últimos, que vivían en la marginalidad y con quienes compartió la vida. Ellos fueron, quienes lo desinstalaron, lo cambiaron internamente y se convirtieron en una “incómoda bendición”, porque lo confrontaron con lo que creía, lo que pensaba, con su modo de vivir y lo impulsaron a tomar las decisiones que lo llevaron al martirio. La centralidad de estos rostros en su vida lo re-enviaba al Dios del Reino y al Reino de Dios, porque no se pueden separar estos rostros del Rostro de Dios. Solo así cobró sentido la vida, la obra y el martirio de Rutilio Grande. Vivió amando y sirviendo a estos pobres, humildes y sencillos, lo que inequívocamente lo llevó a la cruz al igual que Jesús de Nazaret (Cfr. https://www.diariocolatino.com/el-p-rutilio-grande-y-mons-oscar-romero-martires-por-el-evangelio-parte-ii/).

La colaboración con los otros en su proyecto misionero alimentó su dinamismo apostólico, impidió también su repliegue o aislamiento en sus zonas de confort, desenmascaró sus tentaciones y lo potenció para su mayor servicio.

La colaboración en la misión está fecundada de la hospitalidad y de la acogida de los demás. En definitiva, la colaboración con los otros es un proyecto para construir comunidad. Y en la comunidad cristiana se reconoce no solamente al otro cristiano, sino que al mismo tiempo también se acoge al Dios del Evangelio. Así se supera la lógica de la identidad excluyente que considera al otro como amenaza. Es todo lo contrario: la comunidad se construye con los demás en tensión superando toda forma de exclusión y de intolerancia porque la comunidad cristiana es esencialmente hospitalaria.

En definitiva, todos colaboramos con los demás en la obra de Jesucristo, porque todos juntos colaboramos con Jesús en su anuncio de la buena noticia del reino de Dios, con obras, palabras y teniendo como horizonte la opción fundamental por los pobres, los humildes, los sencillos y descartados de nuestro mundo de hoy. La salvación histórica y trascendente de Jesús crucificado y resucitado pasa por esta experiencia de colaboración de la humanidad que se apunta a su proyecto de realizar históricamente el Reino de Dios siempre abierto a su consumación definitiva al final de la historia.

Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí

22 febrero 2020, 10:47