Iglesia salvadore?a declara 2020 “A?o Jubilar de los Mártires”
Manuel Cubías - Ciudad del Vaticano
Fruto de su Asamblea Ordinaria, la en el que declaran 2020, “Año Jubilar Martirial”. Subrayan que este año se cumplen 40 años del martirio de San Óscar Arnulfo Romero, así como de la masacre del Río Sumpul, en el departamento de Chalatenango y en la que fueron asesinadas cerca de 600 personas, en su mayor parte civiles.
Agenda de celebraciones
El mensaje indica las fechas en que se celebrarán los mártires nacionales: 12 de marzo, 43º aniversario del martirio del P. Rutilio Grande; 24 de marzo, 40º aniversario del martirio de San Oscar Arnulfo Romero; 14 de junio, 40º aniversario del martirio del P. Cosme Spessotto. A esto le seguirá el 31 de julio, el 1 y 2 de agosto, la gran Peregrinación a Ciudad Barrios, lugar de nacimiento de San Oscar Arnulfo Romero, y el Congreso Nacional de Mártires.
Ley de reconciliación nacional
"Los mártires dieron sus vidas y nos acompañan en nuestro peregrinaje de fe. Queremos escuchar su voz y al mismo tiempo queremos hacernos eco de esa voz. Por lo tanto, y en nuestra calidad de pastores, pedimos respetuosamente a la Asamblea Parlamentaria que promulgue una auténtica "Ley de Reconciliación Nacional" para hacer justicia a las víctimas, conocer la verdad y definir la reparación", dicen los Obispos.
En mayo de 2019 fue sometida a discusión en la Asamblea Legislativa un proyecto de ley. Este fue criticado porque dejaba la puerta abierta a la impunidad y no permitía hacer justicia a las víctimas. Finalmente, la ley no fue aprobada.
Pensiones y Ley General de Aguas
Al pedir justicia en nombre de la población, los obispos también piden "un nuevo sistema de asistencia para los pensionados", pues el monto que recibirán los trabajadores al jubilarse es inferior al 50 por ciento del último salario recibido, lo cual les coloca en una situación muy vulnerable económicamente.
También, los obispos pidieron la aprobación definitiva de la "Ley General de Aguas", que garantizará el derecho al agua para todos los salvadoreños. "El agua es un bien público, por lo tanto, debe ser administrado sólo por el Estado", escriben los Obispos que invitan a la población "a hacer uso de su derecho a la participación democrática y a hacer oír su voz en las redes sociales, enviando el mayor número de mensajes posibles a los diputados, pidiendo que, de acuerdo con su mandato constitucional, legislen sobre cada uno de los puntos indicados, a favor del pueblo que los eligió y en defensa de los derechos de los más pobres".
La sociedad civil salvadoreña lleva más de doce años exigiendo al Estado la aprobación de una ley general de aguas y le piden que tenga una visión del agua como un bien público, y que renuncie a considerarla un bien económico.
Por último, los obispos expresan su solidaridad con los migrantes y piden que se respeten sus derechos.
A continuación, algunos retazos de la vida de los mártires Rutilio Grande SJ, Cosme Spessotto OFM y del P. Nicolás Antonio Rodríguez:
Rutilio Grande S.J.
Fue ordenado sacerdote en España en 1959. Colaboró con el Seminario San José de la Montaña hasta 1970. Después fue nombrado párroco de Aguilares, El Salvador, en 1972. publica la biografía del p. Grande, de donde extraemos el siguiente fragmento:
“Ni su anuncio ni su denuncia hubiera tenido tanto efecto si el Padre Rutilio Grande S.J., no se hubiera encarnado en la realidad de su Parroquia y de su país. Era una de sus aspiraciones: Partir de la realidad para concientizarnos primero nosotros, por una sensibilización y toma de conciencia de su mundo que nos llevará a encararnos y a identificarnos con sus problemas. (…) Vivir con los pobres le llevó a comprender esa realidad de dolor. No elogió ni sublimó esa miseria indigna de todo ser humano. Luchó por cambiarla animando a sus ovejas a tomar las riendas de su vida porque esa pobreza no es querida por Dios. La pobreza en esos términos roba la dignidad de los hijos e hijas de Dios”.
Fray Cosme Spessotto OFM
Llegó a San Juan Nonualco, El Salvador, en 1953. La revista , describe su compromiso y entrega a Jesús y a la comunidad que se le había encomendado:
“A su iglesia llegaba el dolor, la denuncia, la información y el miedo, y en su trabajo pastoral en la ciudad y en el campo se encontraba con el fuego inclemente de la represión sangrienta y la rosa fragante de la resistencia tenaz. El pastor se decidió por la justicia del Evangelio, y desde el púlpito su voz tonante pedía justicia a los bandos enfrentados. Pero exigía respeto y reclamaba libertad para los prisioneros.
Una mañana de marzo del año 80 a la iglesia llego una carta amenazándolo a muerte. El pueblo todo se sintió amenazado y el miedo creciente mordió el espíritu. Cosme hizo un Testamento de Fe que heredó a San Juan Nonualco. De manera definitiva expresó: "Personas fanáticas me van a asesinar, de antemano los perdono". "Morir mártir es una gracia que no merezco". Y fiel hasta el final con su pueblo decía: "espero seguir ayudándolos desde el cielo".
En la tarde del 14 de junio de 1980 una lluvia cayó sobre el pueblo, el calor se abrazó con el frescor. Antes de una misa que sería concelebrada y a las 7 de la noche Fray Cosme oraba de rodillas frente al altar, sus ojos color café claro miraban con fe y confianza, sus manos juntas clamaban por su pueblo y su vida aleteaba afanosa en toda la iglesia. Cuatro disparos resonaron en el templo. Cosme se desplomó suavemente como quien se duerme en el rezo y su cuerpo largo, de luz y de eternidad, sus ojos cerrados y su brazo extendido entraron a la historia del pueblo que le hizo suyo”.
P. Nicolás Antonio Rodríguez
Nació un 15 de mayo de 1921. Según , “Su muerte; acaecida aproximadamente a las tres de la tarde del 28 de noviembre de 1970 en el caserío El Cóbano, jurisdicción de Cancasque Chalatenango; parece tener relación con las líneas pastorales y acciones que la Iglesia católica salvadoreña realizó ese año. No inició 1970, como cualquier año. En enero, se celebró la semana de la Reforma Agraria. Semana que no agradó a reducidos grupos de la oligarquía”. El p. Nicolás fue secuestrado. Su cuerpo fue encontrado sin vida y con múltiples señales de violencia.
En el libro Testigos de la Fe en El Salvador, se dice de él: “Era un hombre responsable con el trabajo de la Iglesia. Era un hombre sencillo, un hombre acogedor del pueblo y también era como ese hombre comprometido con la gente, no era de esos Padres que se quedan en su oficina, era un padre que trataba de visitar al pueblo. En una palabra, era un sacerdote que intentaba vivir el Evangelio de manera comprometida. Prueba de ello es su muerte”.
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