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Meditación para el domingo: el corazón misericordioso del Padre

En este XXIV domingo del tiempo ordinario, los textos de la liturgia nos invitan a meditar sobre el corazón misericordioso de Dios.

Ciudad del Vaticano

El pasaje de la primera lectura sigue al episodio de la adoración del becerro de oro. En efecto, después de salir de Egipto y ser testigos de los extraordinarios signos de Dios, el pueblo de Israel regresa a su vida cotidiana llena de desafíos y de rutina. La gente entonces cayó en la tentación del olvido y mandó fabricar un dios para ellos.

Como el pueblo de Israel, nuestros ídolos vienen a menudo de nuestros momentos de cansancio o desánimo. Al igual que el pueblo de Israel, a menudo tenemos una memoria corta de todas las bendiciones de Dios. Olvidamos al Dios que nos salva para adorar a nuestros carneros de oro. Pero el Dios de la Alianza siempre se manifiesta como el Dios misericordioso y amoroso.

Por eso, en la segunda lectura, San Pablo está lleno de gratitud porque se reconoce verdaderamente como un pecador perdonado. A pesar de sus faltas, el Señor lo escogió como mensajero de su Palabra.

Del mismo modo, en el Evangelio, vemos a Jesús dando la bienvenida a los pecadores. Esto aumenta el reproche de los fariseos. Jesús entonces aprovechó la oportunidad para enseñar a través de parábolas.

De hecho, la parábola de la oveja perdida puede ser una sorpresa. ¿Qué pastor podría arriesgar su vida y la de 99 ovejas en el desierto para ir en busca de una sola oveja perdida? ¿No representarían las 99 ovejas a los fariseos, que ya se consideran justos? ¿Y las ovejas perdidas, los publicanos y los pecadores? ¿De qué lado estamos? En la actitud del pastor se manifiesta el amor infinito de Dios que siempre busca salvarnos a pesar de nuestros errores y equivocaciones.

La contemplación del Padre de los dos hijos puede abrumarnos si nos dejamos captar verdaderamente por la imagen de este hombre. Esta contemplación nos lleva a la cima de la misericordia. De hecho, el hijo menor había roto el corazón de su padre. Provocó la ira de su hermano mayor. Pero el día que el Padre vio a su hijo volver en el horizonte de su sufrimiento, corrió a su encuentro y le devolvió su dignidad de hijo.

La actitud de este padre plantea interrogantes sobre cómo nos comportamos unos con otros. ¿Quién podría ser capaz de esta acogida después de tanto sufrimiento, traición, decepción? Sin duda, el regreso del hijo menor es el resultado de un largo camino de conversión. Pero, ¿quién podría seguir creyendo en esta conversión? La imagen del hermano mayor revela lo difícil que es a menudo para nosotros creer en la conversión de los demás. Si el padre se apresura a perdonar, el hermano mayor debería estar convencido.

En este día del Señor, oremos para que Dios nos conceda la gracia de tener un corazón capaz de conversión y misericordia.

Jean-Paul SAVI

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13 septiembre 2019, 11:28