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Venezuela. P. Díaz: No es justo que ԾñDz sufran problemas ocasionados por adultos

La crisis en Venezuela “ha afectado mucho la calidad de vida de las personas” que “emocionalmente”, está “por el piso”. Las heridas y cicatrices que está dejando la crisis han marcado mucha gente, y hay una generación “que se está perdiendo”. Entrevista al sacerdote salvatoriano Domingo Díaz

Griselda Mutual – Ciudad del Vaticano

Con el carisma del fundador, el padre Francesco Jordan, los misioneros salvatorianos recorren el mundo para que todos “conozcan y amen al Salvador": presentes en 44 países del mundo misionan y predican con su apostolado en “todos los espacios, el amor de Dios".

Los salvatorianos llegaron a Caracas, Venezuela, en los años 60 y desde allí se dirigieron a las periferias urbanas. Como aquella de Catia, uno de los barrios más grandes y peligrosos de Latinoamérica. Los padres españoles fueron también a San Félix, en el Estado de Bolívar en el oriente del país, y tiempo después llegaron a Mérida. Se caracterizan por las obras sociales que realizan, con escuelas, hogares para ancianos, casas para niños y hospitales. Asimismo cuentan con lugares de recreación para los menores, y, para los jóvenes que ya hayan cumplido la mayoría de edad han abierto una casa llamada El Timón, para que aprendan a "tomar el timón" de sus vidas.

Cada vez es más difícil conseguir comida para los niños

El Padre Domingo Díaz, misionero salvatoriano y venezolano, nos habla de la labor que realizan y explica las dificultades que se presentan en el marco de la actual crisis económica que atraviesa el país.

«Todos saben que los religiosos tenemos el respaldo de la congregación para las obras sociales. Pero la gente la está pasando difícil, y es por ello que nuestras obras sociales se han hecho bastante difíciles de llevar, porque cada vez es más difícil conseguir comida para los niños, cada vez es más difícil conseguir insumos médicos, los profesores están emigrando al sur de Latinoamérica y por lo tanto también la educación es difícil. La gente está sufriendo mucho por la escasez que hay a nivel de lo necesario para vivir, lo básico».

Entre las escuelas de los misioneros salvatorianos, es bien conocida la Escuela La Constancia, con 700 estudiantes, que junto a otros colegios más pequeños totalizan alrededor de 1500 estudiantes.

El padre Díaz nos habla también de las casas hogar para niños y jóvenes en esta zona pobre de Caracas, y explica que "el Estado no quiere que haya Casas Hogar porque eso significa que hay niños de la calle". Sin embargo, dice, esta realidad se mantiene "gracias al aporte y la colaboración" de las personas de buen corazón y de buena voluntad que ayudan a los misioneros.

¿Hay esperanza en el corazón de los venezolanos?

Una pregunta que nos viene al corazón es cómo está, precisamente, el corazón de las personas que están atravesando la crisis en Venezuela. ¿Hay esperanza en ellos?

«Hay esperanza, pero a veces la gente se cansa. La gente se cansa porque hay momentos de euforia porque hay algún líder que viene, les anima y les motiva. Pero luego esa esperanza "baja" otra vez. En este momento la gente está entre "no sé qué hacer", "voy a esperar” y “aquí estoy". Y los que no tienen esperanza se van. Más de cuatro millones se han ido de Venezuela porque no han encontrado su sentido de vida allí, y prefieren irse a otro lugar, en donde no es que les va "excelente", pero por lo menos tienen para vivir mejor».

«Sólo quien gana en dólares puede subsistir en Venezuela»

«Están entrando muchísimos millones de bolívares, nuestra moneda, en remesas, por la cantidad de personas que envían dinero. Aunque esto no es suficiente, porque la inflación es tan alta que sólo quien gana en dólares u otras divisas puede subsistir allí».

«Se está perdiendo una generación»

«Lo que más me preocupa - continúa el sacerdote - no es la parte económica, que en algún momento se puede recuperar, sino la parte emocional y psicológica. La gente que conversa con uno está llena de rabias, de ira. Otros están con sentimientos encontrados, porque piensan en los hijos que se fueron a otros países. En mi caso somos cuatro hermanos y tres estamos fuera del país. Emocionalmente la gente está padeciendo, y eso trae otra consecuencia, que es la física. No estar bien emocionalmente afecta el cuerpo, y de ahí que hemos visto que hay mucha depresión, mucha gente que tiende al desánimo, que tiende hasta al suicidio. Esta crisis ha afectado mucho la calidad de vida de las personas. Humanamente, está por el piso. Las heridas, las cicatrices que está dejando han marcado mucha gente, y es una generación que se está perdiendo. Van quince años de crisis, entre medianas y fuertes, y conozco jóvenes que tienen veinte años que han vivido toda su vida así, y no conocen otra cosa».

Crisis emocional y humana

Se trata, según el sacerdote, de una crisis emocional y humana que va a ser "más difícil de sanar que aquella económica y social". Y "no es para menos", afirma, cuando son afectados los bienes "más básicos" como el agua, muy difícil de conseguir:

«En la Casa Hogar de los niños somos 18 personas, y a veces estamos hasta un mes sin agua. Tenemos que buscar agua en camionetas, comprar... Los niños ya han pasado por muchas situaciones muy difíciles en su vida, algunos han pasado por varias casas hogares o han sido maltratados por los adultos, y nosotros tenemos que ofrecerles algo mejor».

Cuesta más una botella de agua que llenar el tanque de gasolina

Entre esos bienes "básicos" que faltan en un país desarrollado como Venezuela, conocida mundialmente por sus ricos yacimientos de petróleo, se ha añadido el de la electricidad:

«Es muy difícil a veces conectarse a internet. Y lo más triste es que la gente se está acostumbrando, porque, quienes han tenido posibilidad de estudiar, los intelectuales, se han ido del país, y quienes no, quedan, y tienden a conformarse con lo que les dan».

«Se ven las largas filas para comprar de todo. Bienes, gas... gasolina. Es un chiste pero cuesta mucho más una botella de 350 mililitros de agua que el tanque lleno de la camioneta. Pero ahora hay escasez de gasolina. Es un problema administrativo, porque las empresas no están en buen estado y no pueden producir».

No es justo que los niños tengan que sufrir

Día a día los salvatorianos deben llevar adelante la misión con los escasos recursos que consiguen. Actualmente con la ayuda de , están llevando un proyecto de alimentación a las escuelas, ofreciendo el desayuno a mil seiscientos niños:

«Veíamos que los niños no asistían a clases, y era porque a veces no tenían comida para llevar. Cada día - lo puedo decir porque soy director de un colegio - por lo menos a un niño se le bajaba la presión. Y era porque no había cenado y aún no había desayunado».

«Un adulto puede aguantar un poco el día, pero un niño no entiende y no puede. No es justo que los niños tengan que sufrir los problemas que los adultos han ocasionado».

«Necesitamos el apoyo de mucha gente»

Una situación dolorosa, la narrada por el prelado, cuyos efectos se extienden también a los más ancianos y a los vulnerables:

«Tenemos cuarenta abuelos que los hijos no pueden tener, en un ancianato. Se presentan problemas como por ejemplo, de dónde conseguir los pañales para adultos, o, en el caso de que alguno fallezca, dónde comprar el cajón de difunto, porque  ¡es muy difícil encontrarlo! Y si se los encuentra, son muy costosos».

«A pesar de todo esto, queremos ser una luz en medio de la oscuridad, y lo estamos haciendo a través de estas obras que realizamos. Queremos que la gente sepa que el pueblo está queriendo levantarse: no quiere morir el pueblo. Y un pueblo no muere mientras hay esperanza. Si queremos ayudar a los más vulnerables necesitamos también el apoyo de mucha gente».

Si bien la solidaridad es característica de los países latinoamericanos, se han visto situaciones de rechazo a los migrantes. De ahí que el Padre Domingo Díaz concluye la entrevista con un mensaje a los hermanos latinoamericanos, bajo el signo de la acogida y del encuentro:

«No somos extranjeros, somos hermanos con otra cultura. Creo que todos los países han pasado por diferentes crisis, y hubo tiempos en que nosotros también recibimos con brazos abiertos a personas de Latinoamérica. La invitación es que no nos olvidemos de la hermandad: no olvidar que ese que está allí, de diferente cultura, es mi hermano. Por eso no ser indiferente, no maltratarlo, no humillarlo, y recordarles que cuando estemos mejor también recibiremos a todos con brazos abiertos. Ojalá podamos seguir siendo lo que Dios hizo de nosotros: humanos y hermanos».

Escuche y comparta la entrevista al p. Domingo Díaz

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19 junio 2019, 14:45