?Compartiendo el Viaje?: cuando migrar no es como esperabas
Sofía Lobos - Ciudad del Vaticano
Cuando la opción de dejar la tierra natal se convierte en la única salida para poder construir un futuro mejor, el migrante experimenta a menudo sentimientos encontrados: una mezcla de tristeza por dejar atrás a la familia y al mismo tiempo de esperanza por alcanzar un bienestar económico que permita ayudar a sus seres queridos.
El camino del migrante y los obstáculos
Millones de personas migran de manera forzada cada año llevando a cuestas auténticas historias de vida y superación.
Asimismo, la realidad práctica refleja que el camino del migrante no es nada fácil y en la mayoría de los casos, los obstáculos con los que se encuentra dificultan la realización de sus sueños, especialmente cuando sus expectativas- frecuentemente idealizadas- no llegan a alcanzarse... cuando migrar "no es como esperaban".
Pero... ¿cuáles son las experiencias que viven quienes se marchan de su país? ¿Qué encuentran estas personas por el camino?... son dos preguntas que la campaña Share the Journey, en español Compartiendo el Viaje, intenta contestar promoviendo la cultura del encuentro entre los migrantes que llegan y las sociedades que los reciben. Una idea lanzada por Caritas Internationalis e impulsada por el Papa Francisco.
Madre e hijos separados por un océano
En esta ocasión, compartimos la historia de Ninfa Alexandra, de 45 años, nacida en Ecuador, quien migró a España en el año 1999 para poder trabajar y sacar adelante a su familia.
"Mi viaje a España fue imprevisto. Tuve que dejar a mis dos hijos, el menor de ellos con tres años, y esa decisión fue para mí como si un médico me dijera en 15 días te vas a morir", explica Ninfa emocionada describiendo el dolor que supuso para ella dar ese paso, mientras pensaba, por un lado, que trabajar en tierras españolas serviría para mejorar la calidad de vida de sus pequeños; pero por otro, sabía que se perdería parte de sus vidas, de su crecimiento, pues la distancia hace mella en el corazón de quienes sufren la migración de un ser querido, y más aún cuando aquello que los separa es la inmensidad de un océano.
Una nueva vida y muchas oportunidades
"Hasta el día de hoy me pregunto si valió la pena", añade la ecuatoriana, explicando el lado positivo y negativo de este enorme sacrificio:
"Gracias a Dios, con este viaje he ayudado mucho a mi familia. He logrado hacer muchas cosas que hubieran sido imposibles de conseguir estando en Ecuador. Aunque también he perdido momentos y vivencias con mis hijos. El pequeño de 3 años que dejé aquel día tiene ya 22 años. Me he perdido tantas cosas de él", lamenta Ninfa.
Tras llegar a España y con mucho esfuerzo, encontró trabajo y empezó a progresar: un sueldo español equivalía a seis veces el sueldo mínimo ecuatoriano por lo que verdaderamente pudo hacer una gran diferencia económica. Con el tiempo consiguió regularizar su situación migratoria, obtener los papeles y traer a su marido. Años más tarde también traería a sus dos hijos de Ecuador.
La pequeña Lesly
El destino los llevaría hasta Huesca, provincia donde residen actualmente. Gracias a los cursos de formación que recibieron han podido tener más oportunidades laborales. Incluso ampliaron su familia con la pequeña Lesly, de 9 años, nacida en España, la cual vemos en la imagen de este artículo y cuyo sueño es ser profesora de artes plásticas, "para enseñar a los demás a dibujar y pintar".
"Estas oportunidades nos han ayudado a integrarnos, a sentir que valemos y que es posible salir adelante", concluye Ninfa agradeciendo a todas las personas que a lo largo de esta aventura han "compartido con ella el viaje".
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