Misiones Salesianas: un nuevo documental sobre refugiados de Palabek en Uganda
Patricia Ynestroza-Ciudad del Vaticano
Son varios los documentales que tiene en su archivo multimedial Misiones Salesiana, cada uno impresionante, real donde se denuncia las distintas injusticias. Hace un año presentaron el último, Love, un cortodocumental de casi media hora donde se habla de la prostitución infantil en Sierra Leona.
En Love, por unos céntimos de euros, hasta conseguir el equivalente a 3 euros para poder comer, Aminata, Habba, Victoria, Mariatzu o Veriattu salen cada día a las calles de Freetown, unas calles llenas de peligro, donde venden sus cuerpos, las pegan, las roban. Más de 150 millones de niñas y 73 millones de niños menores de 18 años en el mundo se ven obligados a mantener relaciones sexuales sin su consentimiento o son víctimas de otras formas de violencia, explotación sexual y prostitución infantil.
Para octubre estará listo el próximo que están preparando, Misiones Salesianas y Jóvenes y Desarrollo, donde afrontarán la vida de los refugiados del asentamiento de Palabek. Despertando las conciencias del mundo con testimonios que gritan su realidad.
Palabek, un asentamiento donde los refugiados construyen su hogar
Al norte de Uganda, a 45 kilómetros de la frontera con Sudán del Sur, Acnur y el Gobierno ugandés han montado un asentamiento de refugiados donde se les da comida, se les ayuda a construir su casa y tener su propio huerto. Palabek se extiende por una amplia llanura verde donde los campamentos se dividen por zonas y sectores, principalmente para evitar que se extiendan enfermedades y epidemias, a ambos lados de pistas de tierra roja. Cuando llegan al asentamiento los nuevos refugiados pasan varios días en las carpas de Acnur donde se les examina médicamente y se estudia su caso para saber dónde acomodarles, evitando siempre mezclar a etnias rivales.
Una vez son aceptados en el asentamiento, a los refugiados se les proporciona un terreno de 30 por 30 metros. Allí construyen su casa -el material es facilitado por Acnur para que sean los propios refugiados los que la construyan; en su mayoría, casas de adobe con el techo de paja-, levantan su huerto -los utensilios también los aporta Acnur-, donde plantan patatas, maíz o judías.
En el asentamiento Acnur tiene un programa específico para que los refugiados planten árboles de nim en los límites de sus parcelas para paliar la deforestación de la zona debido a la tala masiva de vegetación para ganar terreno al campamento. Y en este asentamiento, entre los distintos misioneros que prestan su ayuda, se encuentran, el centro Cambori, y los misioneros salesianos, responsables éstos últimos del Centro Don Bosco.
Palabek y Misiones Salesianas
En el 2017, el , informó que había un millón de refugiados en Uganda, e invitó a los salesianos a trabajar con y por los refugiados. Así, misioneros de distintas nacionalidades han formado la nueva presencia salesiana en el campo de refugiados de Palabek, donde las estadísticas indican que existen alrededor de 42.000 refugiados de Sudán del Sur. Los refugiados tienen hambre y sed, no tienen un hogar, no tienen ropa, no tienen educación y necesitan la atención y el cuidado que les proporcionan los Salesianos. Aquí, como nos cuenta Alberto López del Departamento de Comunicaciones de Misiones Salesianas, “en el asentamiento de refugiados, se relativiza la mayoría de las preocupaciones al ver que son felices con la educación que les ofrecen los Salesianos porque forma parte de su futuro”, Alberto junto a Cristina Bermejo de la ONG Jóvenes y Desarrollo hacen un excelente equipo, ella dando imágenes y Alberto contando las obras de Misiones Salesianas.
Los sursudaneses llegan en la actualidad a un ritmo de 100 por semana, muy alejados de los 500 en un día que se llegaron a registrar hace un año, cuando el conflicto en el país vecino se recrudeció, pero que lleva a intuir que el asentamiento se mantendrá sine die, al menos mientras el dinero de la ONU y las ONGs siga llegando.
Los refugiados y su labor de protección del medio ambiente
En el campamento, viven alrededor de 42.000 refugiados sursudaneses, que participan también en labores de reforestación para paliar la tala de árboles, de los refugiados en el asentamiento más del 85% son mujeres, niños -muchos de ellos huérfanos- y adolescentes, apenas hay hombres, narra a Pope, Alberto López, la mayoría muertos en la guerra, el resto combatiendo y muy pocos trabajando en Sudán Del Sur, por lo que las madres que, si quieren aprender un oficio en la Escuela Técnica Don Bosco que han abierto los Salesianos allí, tienen que llevar a los bebés e improvisar guarderías en las clases.
Los Salesianos en el campo de Palabek: virviendo constantemente a los refugiados
La precariedad al principio obligó a los salesianos a vivir alojados en las chozas con los refugiados, pero poco a poco han construido humildes habitaciones para ellos, saneamientos y acceso al agua, pequeñas estructuras para que puedan reunirse los refugiados y diversas capillas y escuelas infantiles repartidas por el asentamiento. son las únicas personas que trabajan en el campo de refugiados de Palabek que están de manera permanente en él, ya que el resto de organizaciones y ONG, casi 40, llegan a las nueve de la mañana y se marchan a las cinco de la tarde.
La apuesta salesiana por la educación y el acompañamiento a los refugiados ha hecho que Don Bosco sea una referencia dentro del campo y a la vez una autoridad moral. Atienden a más de 700 niños en sus escuelas y a más de 700 familias dentro del asentamiento. Uganda tiene una política abierta y generosa hacia los refugiados (acoge a casi 1,5 millones, pero todos tienen permiso de trabajo, educación y sanidad universales y gratuitas,…) y es uno de los países que más refugiados acoge en el mundo.
La construcción de la única escuela técnica que hay en la zona, a las afueras del campo de refugiados de Palabek para beneficiar también a la población ugandesa, es el objetivo educativo de los misioneros salesianos, de la cual desde enero ya está en funciones. Talleres de construcción, mecánica de motocicletas, peluquería, corte y confección y agricultura ayudan a mejorar la formación de los adolescentes y jóvenes que, junto a las mujeres, representan el 90% de población en el asentamiento, además de ofrecerles el apoyo y la esperanza que necesitan para superar los traumas de la guerra y mantener su ilusión de regresar a Sudán del Sur cuando se alcance la paz definitiva.
Desde enero pasado, los refugiados comparten una nueva esperanza además de la paz en su país, Sudán del Sur: aprender un oficio para ganarse la vida gracias al nuevo centro de formación profesional abierto fuera del campo, pero muy cerca de la entrada “para que pueda beneficiar no sólo a los refugiados, sino también a las aldeas cercanas y para que continúe funcionando cuando la paz sea una realidad y los asentamientos dejen de ser necesarios”, asegura el misionero Ubaldino Andrade. El día de la inauguración del centro de formación profesional, cientos de estudiantes participaron en la fiesta, pero el primer día de las clases, las jóvenes asistieron a las aulas con sus bebés a la espalda porque no tienen con quién dejarlo. Por ello, además de dar la oportunidad cada curso a casi mil alumnos y alumnas de formarse en cursos de construcción, taller de motocicletas, agricultura, peluquería y costura, la idea es construir una guardería que anime a más mujeres a seguir estudiando y cambiando su futuro.
Durante todo el día hay actividades formativas y lúdicas destinadas a los menores y jóvenes para que tengan ocupado su tiempo, talleres de empoderamiento para mujeres, visitas a las familias y actividades pastorales para que los refugiados sientan el apoyo constante de los Salesianos. El objetivo de los misioneros es aumentar su presencia tanto en el campo como poco a poco en el resto de asentamientos para ofrecer la mejor respuesta a las necesidades de los refugiados.
Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí