ҽ

Rutilio Grande y Óscar Romero: testimonios de fe hasta el martirio

Dos vidas, dos amigos, dos pastores con "auténtico olor a oveja" y dos hombres valientes que denunciaron de forma pacífica los efectos de la injusticia social: pobreza, explotación y analfabetismo. Fue precisamente, el contacto con los pobres y el terrible conflicto civil que padecía su país lo que los llevó a elevar sus voces contra los poderosos.

Sofía Lobos - Ciudad del Vaticano

Las historias de vida de Monseñor Óscar Arnulfo Romero y el sacerdote jesuita Rutilio Grande se entrecruzaron de manera providencial durante los violentos y convulsos años que vivió El Salvador, a finales de los 70 y hasta 1992, fecha en la que se llegó a un acuerdo de paz. 

Un conflicto armado que nunca fue declarado oficial pero que impregnó las calles salvadoreñas de una atmósfera sangrienta, arrebatando la vida de miles de inocentes, "marcando a fuego lento" la memoria histórica de un pueblo que hasta el día de hoy carga con las consecuencias de aquel pasado de violencia.

Evangelizando hasta el martirio

A estos dos humildes sacerdotes de gran vocación evangelizadora, los unía mucho más que el país de nacimiento y una misma cultura: tenían una profunda fe en Cristo y un amor por los más pobres, que los condujo a defender sus derechos frente a los ambiciosos intereses oligárquicos de los "señores de la tierra"; arriesgando la propia vida. De ahí surgió entre ellos una gran amistad que los llevaría a compartir incluso el padecimiento del martirio.

Ambos muriendo asesinados de manera cruel: en distintos momentos y escenarios, pero coincidiendo en su entrega total al servicio de la Iglesia y la donación plena del propio ser, como sacrificio por el bien del Pueblo de Dios.

Amor por los más pobres

El pimero fue el padre Rutilio Grande, asesinado el 12 de marzo de 1977 junto a sus dos compañeros: Don Manuel Solórzano, de setenta y dos años; y Nelson Rutilio Lemus, de quince. Se dirigían a celebrar la Eucaristía cuando fueron emboscados y el vehículo donde se desplazaban fue ametrallado brutalmente.

 

El asesinato de Grande marcó un intenso cambio en Romero, tal y como él mismo explicaba, "abrió sus ojos para entender el sufrimiento de los pobres de su país" y por ello asumió como bandera la denuncia de la injusticia.

Tres años más tarde, el 24 de marzo de 1980, llegó la hora del mitrado, en aquel entonces Arzobispo de San Salvador, quien fue asesinado despiadadamente mientras celebraba la Eucaristía, en la capilla del Hospital Divina Providencia.

Dos voces que se alzaron frente a la injusticia

Dos vidas, dos amigos, dos pastores con "auténtico olor a oveja" y dos hombres valientes que denunciaron de forma pacífica las injusticias y sus efectos: pobreza, explotación y analfabetismo.

Fue precisamente, el contacto con los pobres y los terribles hechos de la guerra civil en su país lo que los llevó a elevar sus voces contra los poderosos.

Un legado espiritual que aún sigue vivo

A pesar de sus muertes, el legado espiritual de Óscar Romero y de Rutilio Grande sigue vivo y continúa dando frutos traspasando fronteras a nivel mundial: el Arzobispo de San Salvador fue elevado a los altares el 14 de octubre de 2018 en Roma, y se ha iniciado también el proceso de la causa de beatificación del sacerdote jesuita.

Homenaje de la UCA a Rutilio Grande

 

Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí

23 marzo 2019, 09:00