Del °ä²¹³¾±ð°ù¨²²Ô devastado por la guerra a Marsella, el viaje de Daniel por el "infierno libio"
Delphine Allaire - Marsella, Francia
Todo empezó a finales de 2014, cuando el joven camerunés Daniel fue a quedarse con sus abuelos en el extremo norte de Camerún. Al cabo de dos semanas de permanencia, estalló la guerra y los yihadistas de Boko Haram atacaron la aldea familiar. "Tuve que huir a la frontera nigeriana, que era la más cercana, pero donde, sin saberlo, la situación era mucho peor", relata. Continuando su viaje hacia zonas más seguras y libres de terroristas, tomó la carretera hacia Níger y se detuvo en Arlit, una ciudad a las puertas del desierto cuyo único recurso es el uranio que yace bajo la arena.
Argelia antes de Libia
"Esta es la última ciudad en la que hay que pagar para llegar a Argelia. Hasta entonces, desconocía los peligros y no sentía demasiado los problemas. Todo cambió en el desierto", confiesa, recordando el viaje de cinco horas a través del desierto en una camioneta. 200 kilómetros espantosos, con la ropa y los huesos esparcidos por el árido suelo.
"Por la gracia de Dios, llegué a Argelia. Los contrabandistas se llevaron todo lo que teníamos y me quedé sin dinero. Tuve que quedarme allí y trabajar para devolver el dinero. Fue en Tamanrasset donde por fin pudo contárselo a sus padres, creándose una cuenta en Facebook. "Mi madre me dijo: 'Hazlo todo, pero no te vayas al mar'".
Daniel se fue entonces a Orán, junto al mar, donde se cruzó con un argelino de Niza. Éste le contrató para renovar su piso de Orán. Se quedó dos meses y se embolsó 1.200 euros. Tras ver a un amigo llegar a Alemania en muy poco tiempo vía Libia, sucumbió a la tentación y decidió ir a esta terra incognita, asolada por la guerra en 2015. Se desató el infierno.
El asedio de la guerra libia
"Caminamos durante diez horas para llegar a la primera ciudad libia. Y allí, hay guerra, hay tiroteos por todas partes. En Trípoli, vimos edificios destruidos como en una película de terror. Fui directamente a la orilla del mar, donde miles de personas llevaban dos meses esperando para cruzar. Permanecí en este campo casi un mes hasta que fue atacado", recuerda. Se fue a la ciudad de Trípoli a trabajar -durante un tiempo en una empresa china- y a comer. Allí, "las bandas" lo encarcelaron en una casa con otras quinientas personas, mientras otros paramilitares desmantelaban la prisión para convertirla de nuevo en un negocio. Durante varios meses, Daniel estuvo a merced de su contrabandista, esperando indefinidamente una luz verde para el largo viaje.
"En Trípoli, volví a ver al contrabandista y le dije que ya no me asustaba. Quería mi dinero o salir inmediatamente en barco. Me hizo copiloto para llevar a todos los que llegaban. Encontré en el mar a más de 5.000 pasajeros de una quincena de barcos que habían embarcado a las siete de la tarde, para un pasaje a las doce de la mañana. Faltaban algunas personas, así que me cubrí la cabeza y embarqué en su lugar", relata. La travesía hasta aguas italianas duró una noche. El barco llegó a Lampedusa hacia las once de la mañana del día siguiente.
El horizonte de la integración
"Bajé del barco y salté al agua con alegría. Tras unas semanas en Lampedusa, en marzo de 2016, nos dispersamos por la isla". Daniel es trasladado a Sicilia, luego a Génova, donde no había sitio. Después le dejaron en Ventimiglia, en la frontera franco-italiana. Pasó un mes en el campamento de la ciudad ligur, antes de pagar 70 euros a un contrabandista para llegar a Niza y luego a Marsella en tren. En Marsella, Daniel fue acogido rápidamente por Cimade, una asociación que ayuda a los inmigrantes. Se considera "afortunado" por haber sido acogido en Marsella, sin tener que dormir a la intemperie gracias a los voluntarios de la asociación. Dos días después, le ofrecieron nueve meses de formación. Eligió la opción de jardinería y obtuvo su diploma. Ocho años después, casado y con dos hijos, ha creado su propia empresa como paisajista. Del desierto al jardín, el éxodo de Daniel llegó a su fin, y las páginas más oscuras de su libro se cerraron.
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