A la escuela con los Masáis de Amboseli
Olena Komisarenko – Ciudad del Vaticano
"¿Quieres venir a dar una mano en Kenia para ayudar al pueblo masái?". A esta petición Roberta Sferrazzo, de 31 años, investigadora y profesora de Economía y Gestión en la Escuela de Comercio de Nantes y miembro de Economía de Francisco (EDF), no pudo decir que no.
En 2022, durante un encuentro con el Papa Francisco en Asís, escuchó el testimonio de Samuel, un joven keniano que vive en esta pequeña aldea del Parque Mousavi, donde el cambio climático amenaza gravemente la supervivencia de las personas y los animales, y quedó muy impresionado. Ante el Pontífice y cientos de personas, Samuel pidió, de hecho, a los jóvenes economistas que fueran allí y se unieran a él y a su organización para apoyar la parte relacionada con la educación de los niños, el espíritu empresarial, para asegurarse de que hubiera oportunidades económicas para todos.
Así que en cuanto fue posible realizar la misión, Roberta partió, junto con otros voluntarios, hacia Kenia para aportar su contribución. "Me sorprendió su fuerte humanidad, las miradas e incluso la acogida que nos dieron en la aldea fueron excepcionales, porque nos recibieron bailando, y al final bailamos juntos, sintiéndonos inmediatamente como una comunidad", cuenta.
El pueblo de Amboseli
En este pueblo de unos 300 habitantes, la principal fuente de ingresos es la cría de animales como vacas, cabras y ovejas. Viven en total armonía con sus animales, incluso con los que no son domésticos: elefantes, cebras y leones de los que también hay que aprender a defenderse como ocurrió uno de los días de su estancia allí cuando unos leones mutilaron una de las vacas criadas ante la mirada impotente de los habitantes.
Las condiciones de vida en la aldea masái en relación con la higiene y la nutrición son deficientes, como atestigua Roberta, por lo que también había un nutricionista en el equipo de la misión para ayudar a mejorar el saneamiento y evitar posibles enfermedades o problemas de salud.
Los masáis de Amboseli, ante el impacto del cambio climático, también han expresado su deseo de mantenerse pasando del comercio y la cría de animales a actividades más agrícolas. El problema es que no saben muy bien por dónde empezar ni cómo construir un mercado en este sector específico de su territorio. Durante la misión, los voluntarios de “Economía de Francisco” pudieron así ofrecer aportaciones sobre cómo activar un proceso relacionado con la promoción de la agricultura y los negocios agrícolas.
Teoría y práctica
Durante unos diez días, todas las mañanas se dedicaron a sesiones de formación con los hombres y las mujeres de la aldea, cuyo objetivo era comprender cómo fomentar, en términos de infraestructuras, una mayor presencia del agua en sus tierras. "Para activar la producción agrícola, hay que empezar por el agua, que es esencial para tantas necesidades de cada masái propietario de un terreno determinado", explica Roberta.
Tras prestar especial atención a las infraestructuras, los voluntarios de “Economía de Francisco” abordaron a continuación la parte empresarial, tratando de aunar recursos y necesidades. La presencia permanente de Samuel y de otro joven llamado Simón ha sido y será fundamental para dar seguimiento a los proyectos piloto iniciados por los voluntarios, como cercar el terreno, preparar el terreno y comenzar a plantar las primeras semillas. Después, será necesario poner en marcha actividades económicas relacionadas con el comercio de frutas y verduras o el comercio de pulseras y collares, que, en Kenia, como en muchos países africanos, es muy intenso dada la fácil disponibilidad de materias primas y piedras preciosas.
"En los últimos días, dice Roberta, también hemos podido ayudar a Miriam, una mujer masái, madre de seis hijos, que regenta una pequeña tienda de frutas y verduras, pero a la que le gustaría ampliar su clientela y tener la posibilidad de abastecerse a través de distintos canales; la hemos ayudado a comprar un frigorífico más grande y a comprender mejor los mecanismos del negocio. Además, esta mujer puede convertirse en una fuente de inspiración para todas las demás mujeres del pueblo que no conocen la emancipación a través del trabajo, porque como ya tiene un negocio agrícola, también puede servir de mentora a otras mujeres para que pongan en marcha sus propios negocios". Los jóvenes economistas de EOF han identificado proyectos concretos que ya están en marcha y otros que comenzarán cuando regresen de su misión. Roberta y los demás miembros del grupo están redactando nuevas iniciativas que abarcan también un aspecto muy importante: la educación de los niños. Enseguida, encontraron una escuela donde impartir cursos básicos de inglés, matemáticas, historia de Kenia, entre otras cuestiones. El último día de la misión, los voluntarios construyeron una hoja de ruta -un plan específico de proyectos piloto- y la intención es ejecutarlos todos. Por ahora, la responsabilidad de estos recae en Samuel y Simón.
La importancia de los pueblos indígenas
"La es una fuente de gran inspiración tanto para mi trabajo como para la misión en Kenia por varias razones. Una de ellas, dice Roberta, es el vínculo con la espiritualidad franciscana, que contempla el amor, el cuidado y el respeto por el medio ambiente, valores que también he encontrado en el pueblo masái, que vive en perfecta armonía con la Creación y es un recurso importante, como todos los pueblos indígenas por otra parte, porque conoce su tierra y es parte integrante de ella. Todos nosotros deberíamos tomar ejemplo de las tribus indígenas para devolver la vida a este Planeta nuestro".
Al igual que Roberta, todos los demás voluntarios también regresaron a Italia realmente entusiasmados y transformados por esta experiencia. “El primer cambio, concluye Roberta, lo experimenté en mi piel, aprendiendo de su espíritu de compartir y de su unidad, y también de su pureza de corazón”. “Ni yo ni mis compañeros de misión hemos intentado ni por un momento cambiar a esta gente: nuestra tarea es formativa, pero también de escucha, de acogida, de construcción de puentes. Leo gratitud en sus ojos, pero también nosotros estamos muy agradecidos por lo que hemos aprendido. Una cosa me impresionó especialmente: el último día, un grupo de mujeres, a las que había explicado los principios de la inversión y el ahorro, construyeron una hucha, un objeto muy conocido en Occidente, pero desde luego no aquí. Era un símbolo de que habían entendido el mensaje. Todos los masáis echaron las primeras monedas en esta hucha. Fue un momento hermoso porque hubo una reconstrucción y también una comprensión mutua de cómo podemos avanzar para construir una nueva economía que cuide de nuestra casa común”.
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